lunes, 30 de noviembre de 2009

El primer hombre que me hizo gemir de placer

2 comentarios
Cuando tuve mi primer enamorado, nuestras relaciones sexuales eran de lo más aburridas. Yo ya sabía qué era lo que iba a hacer antes de meterla, sabía cómo me iba a besar y hasta sabía dónde me besaría primero y dónde después. Siendo él mi primer enamorado y el primer hombre con el que tenía relaciones sexuales, pensaba que el sexo era eso. Nunca me acostumbré, por lo tanto siempre me dolía cuando lo hacíamos, siempre me quedaba con la sensación de que no había nada interesante y al final siempre tenía ganas de algo más. Yo, que me he masturbado desde que tengo uso de razón empecé a pensar que tenía problemas para disfrutar del sexo ¿nadie me creería eso ahora?

Meses después de terminar con él, un profesor horrible logró convencerme de meterme a su cama. Era casi una niña y caí en el tonto rollo de “vamos sólo a dormir, contigo me siento tan cómodo que sólo quiero dormir” Cuando en la cama yo no quise hacer nada el pobre imbécil salió con que “para qué crees que hemos venido aquí” y me agarró del pelo y me amenazó. Yo pensé que iba a terminar sangrando en el piso, pero como cada vez que me asustó, le di un codazo en el estómago y me puse más rabiosa que temerosa. No pasó nada grave pero la idea de que el sexo era para mí un problema se intensificó.

Afortunadamente las cosas cambiaron. Un tiempo después fui de viaje al Cuzco. Habíamos, entre otras cosas, ido a ver la publicación del libro de un amigo. Él no era nadie en Lima, pero en el Cuzco era una especie de celebridad. Fuimos a tomar unos tragos todos juntos y conocí a algunos amigos suyos, entre ellos un francés llamado Remy. Remy no era el niño enclenque y dulcecito que a mí me gustaba, era un tipo alto y fuerte, de cara dura, tenía unos rasgos que separados podrían verse horribles pero que juntos, como en muchos franceses, andaban tan bien que lo hacían atractivo. Como no era mi tipo, simplemente conversamos y nos divertimos en medio del grupo. No sé cómo esa noche nos quedamos hablando hasta que todos se fueron, intercambiamos ideas, enfrentamos puntos de vista y tal vez el tipo se me hizo un poquito más atractivo. Su hotel quedaba camino al mío así que cuando llegábamos a su puerta me dijo “¿Quieres que te acompañe, o quieres subir a mi cuarto?” Yo, que pensaba que el sexo no era para mí, lo miré y sin dudarlo le dije “acompáñame” pero cuando llegamos a la puerta de mi hotel, antes de despedirme le planté un beso de esos que yo imagino inolvidables.

Al día siguiente sentía que las cosas estaban planteadas, fui directamente a verlo a él, estuvimos tomando juntos y en cuando nos quedamos solos nos empezamos a besar. Yo pensaba que iba a ser muchos besos y toqueteos, pero de alguna manera fui arrastrada hasta su habitación. En mi mente había todavía una pequeña vocecita que me decía que debía detenerme, pero había otra fuerza inmensa que me arrastraba, mientras sentía las manos de Remy dando vueltas por todo mi cuerpo. Sentía cómo recorría mi cuerpo, desde mis tetas hasta mis piernas, jugando entre las piernas apretando mis jeans contra mi cuerpo. Cuando llegamos a su cuarto, el miedo de no disfrutar del sexo, se vio reducido por la emoción del momento. Remy, sin dudarlo, lo hizo todo, yo por más emocionada que estuviera, tenía poca experiencia en mi haber y una parte de mí no tenía idea de qué hacer. Él fue el que me desabrochó el pantalón, y me lo arrancó casi con violencia, él fue el que repasó con su boca y sus suaves dientes mis piernas, él el que metió su lengua entre los dedos de mis pies y él fue el que me terminó de desnudar poco a poco. Recuerdo las cosas como en una fiesta de luces, donde las escenas están fragmentadas por la cortadora. Remy lamiendo mis pies como si se tratase de un sabroso manjar, Remy arrastrando su lengua por mis piernas, Remy mordiendo suavemente mi clítoris, Remy arrastrando su lengua por mi trasero, él oliendo el agujero de mi vagina, él hundiéndose entre mis tetas.
Cuando lo vi desnudo, créanme, no recuerdo cómo pasó eso, el tamaño de su pene me asustó, pensé que no podría entrar en mí por nada del mundo, pero cuando pasó, cuando en el momento menos esperado, sentí su pene atravesándome, no recuerdo dolor alguno, sólo el placer de ser tomada como por un toro bravío, por uno de esos amantes franceses de las películas, recuerdo haberme sentido inundada de él, como si sus manos, su cuerpo y su pene fueran parte de mí y ya no hubiera nada más en el mundo que esa luz amarilla dentro de mi pecho y de mi vientre.

Tal vez esta historia no les parezca tan interesante, pero si algo tengo que agradecerle a Francia y a ese momento es que fue ahí que me di cuenta de que un par de estúpidos casi me hacen tragar el cuento de que tenía problemas con el sexo. Un aburrido y otro más aburrido, uno demasiado metido en sus prejuicios como para dejarme siquiera tocarle el pene y el otro demasiado pedante como para aceptar que era un inútil. No voy a decir que todos los peruanos que me he encontrado han sido un fracaso, eso jamás, pero el primer hombre que me hizo gritar de placer fue Remy, tan francés como en los clichés más tontos.

Esa noche llegué por lo menos un par de veces al orgasmo, cada vez con su propio juego previo, con su nariz paseando por mi cuerpo, con mi cuerpo paseando por su cara, por su pecho, por su pene erecto, las dos veces sentí como su pene me atravesaba hasta lo más profundo de mí y como en su entrar y salir conseguía que el placer recorriera cada fibra de mi ser. A la mañana siguiente, me acompañó a mi hotel, me dio un beso enorme en la puerta y luego cogió su maleta y desapareció para siempre. Nunca más lo vi, jamás me escribió de nuevo, jamás le dije lo que había provocado en mí y jamás hasta ahora acepté que si no hubiera sido por él, yo seguiría pensando que el sexo es para otros.

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

domingo, 29 de noviembre de 2009

¿qué tipo de consolador te gustaría ser?

1 comentarios
Hace poco leí de un chico que tenía la fantasía de ser un consolador (un dildo). La imagen me excitó tanto que saqué el mío y lo miré de frente. Me imaginé cómo sería si éste realmente tuviera vida, una vida dentro que le exigiera ese movimiento vibratorio que tanto placer me da.

El pobre, sólo tiene una manito, pero lo que hace con ella, otros no pueden con diez dedos. Me pregunto qué sentirá este aparato si fuera como un hombre, ahora mismo que lo toco debe estarse emocionando, sabe que yo misma lo veo con placer y él me mira de la misma manera, tal vez tiene curiosidad por mis tetas, jamás las ha tocado. Me imagino su punta como una pequeña cabeza humana, con ojos, nariz, boca y lo paso por mi cuello, voy bajando lentamente hasta el pliegue de mis senos y siento como me huele con su pequeña nariz, voy desde ahí hasta la punta de mis pezones y me imagino que una boca pequeñita los lame dulcemente. Luego empiezo a bajar, esa boca pasea por mi barriga y hasta juguetea en mi ombligo, pienso en llevarlo a pasear por mi vello púbico, pero pienso ¿acaso no tiene derecho a disfrutar de mis piernas, de mis pies? Entonces paso lentamente por mi costado y dejo que la pequeña lengua de mi dildo pasee por mis piernas, juegue detrás de mi rodilla y hasta llegue a mis pies y bese libidinalmente entre los dedos. Luego dejo que regrese tranquilo por la parte interna de mis muslos, ahí donde soy más sensible lentamente hasta llegar ahí, donde más cómodo se siente.

Primero dejo que muerda suavemente alrededor de mi clítoris, la idea de pensar que hay un ser humano encerrado en el dildo me excita tanto que, aunque siempre me mojo fácilmente, esta vez sé que las sábanas ya están empapándose. Luego lo llevo al pliegue donde se aloja mi clítoris, lo paseo de arriba abajo empezando a hacer presión a la entrada de mi vagina. Dejo que entre un poco y luego vuelva a subir, cada vez consigo que entre un poco más, imagino esa cabecita luchando por hacerse camino dentro de mí y ese bracito, cada vez se acomoda mejor en el otro hueco, el de atrás. Imagino su manito hurgando en mi trasero, profundizando poco a poco. Normalmente lo unto de lubricante, pero ahora estoy tan excitada que mi trasero tiene suficiente lubricación de la que gotea de mi vagina. Es tan rico sentir como van entrando los dos, la cabeza y la manito dentro de mí, saliendo y entrando y cada vez entra más profundamente, más fuertemente. Yo le ayudo levantando la pelvis, meneando de atrás a adelante cada vez más frenéticamente, si al comienzo mis movimientos eran suaves, ahora estoy sudando y me siento una loca. Fuerte y más fuerte sigo dejando que éste “hombre” entre y salga de mí, hasta que por fin me vengo.


Quedé medio muerta por unos minutos en mi cama, me sentía mojada de pies a cabeza, pero había algo en mi mente que seguía volando. Mi vientre quería más, esa idea del hombrecito me tenía como loca así que, como comprenderán, volví a las andadas. No recuerdo cuando rato estuve jugando con mi consolador, pero les puedo decir que anoche dormí como un angelito.

Hoy en la mañana, recordando todo eso, pensé en una pregunta para ti que me lees… Existen tantos tipos y modelos de consolador… ¿tú, qué tipo de consolador te gustaría ser?

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

sábado, 28 de noviembre de 2009

jamás imaginé que yo sería una perra

3 comentarios
Una amiga mía leyó el post sobre la zoofilia y se decidió a confesarse conmigo en un mail. Aquí comparto con ustedes esta particular forma de sentir placer.
Eran finales de los noventa cuando empecé a adentrarme en esto de la Internet y los chats. Estaba fascinada con esta tecnología y me dispuse a explorar, a buscar información sobre lo que sea, estaba tan entusiasmada que muchas veces me quedaba hasta pasada la media noche si encontraba algo interesante. Luego fue que escuché la palabra “chat”, una cosa que empezó como cosa rara y luego se convirtió en un verbo de a diario; yo chateo, tú chateas, ellos chatean ¿chateamos?
Antes había más salas de chat, creo que ya casi no existen, eran espacios virtuales donde te encontrabas con desconocidos y chateabas en tiempo real. Era divertido ir de sala en sala encontrando gente distinta que hablaba de temas variadísimos. Un día me crucé con una sala roja, se llamaba “Sexo adultos” o algo así. Me llamó la atención el tema pero cuando entré nadie estaba hablando de sexo, hablaban de cualquier boludez, menos de sexo. Ya me iba a salir de la sala cuando recibí un PM (mensaje privado) que decía: “os gusta la zoofilia”, yo ni siquiera sabía de que hablaba, pero por curiosidad, ingenuamente, dije que sí, entonces recibí una página web. Cuando hice clic en ese link no pensaba ni remotamente que iba a encontrar mujeres teniendo sexo con perros, y créanme, no era una o dos fotos, eran cientos.
Lo que sentí cuando vi las fotos fue una mezcla de curiosidad y asco (aunque más por la chica que por la escena misma) me sentía también sorprendida o más bien intrigada. Si no vi todas las fotos, las vi casi todas, algunas eran “hermosas”, otras grotescas y sin gusto. Lamentablemente, mi ignorancia en cuestiones técnicas hizo que no volviera a encontrar esa página, pero en mi mente quedó la palabrita “zoofilia” y todo lo que ella encerraba.
Fue entonces que me convertí en una fetichista virtual, una espectadora “zoofilística”, buscaba fotos, relatos eróticos e incluso videos sobre ese asunto, mi única obsesión eran los perros, ni caballos ni burros, perros. Un día, mis padres se fueron de fin de semana con mi hermana, y yo me excusé diciendo que tenía cosas que hacer. Yo lo único que quería era quedarme en casa sola para hacer un experimento.

Yo quería saber qué sentían las mujeres de esas foto, quería saber sobre el placer oculto en la zoofilia. Entonces me decidí; fui a buscar a mi perro, lo acaricié y lo llevé a mi habitación, estaba temblando de los nervios, sentía ganas de vomitar y me sentía mareada, pero para ese momento ya era más fuerte que yo. Me quité los jeans y me quedé en ropa interior, me quedé quitecita para ver qué hacía él, mi perro.

Él se acercó, olfateó mis muslos, mis pies, me exploró como confundido sin saber si era o no una perra dispuesta para él. El juego duró un buen rato, pero luego de unos minutos me quité la ropa interior y, cerrando los ojos, dejé que sucediera. Aquello fue, posiblemente, el acto más sucio que había hecho en mi vida, pero deje que sucediera. Su lengua incansable y áspera frotaba mi clítoris, haciendo que me mueva y retuerza de placer, era tan intenso y, a la vez, tan placentero. Esa lengua mágica no sólo alcanzaba a cubrir sólo mi vagina, también recorría mi ano. Yo me estremecía de placer, tuve varios orgasmos en su ocico, uno… dos… tres…

Cuando decidí que era suficiente lo saqué de mi habitación, me quedé sentada pensando en lo que había hecho, el olor del perro inundaba la habitación, mi cuerpo, mis piernas temblaban. Luego me duché por una hora, lavé mi vagina con agua caliente, sentía que ella ya no era mía, le pertenecía a mi perro, literalmente me había inaugurado como su perra.

No lo volví a repetir en un buen tiempo, pero estando en mi cama, pensaba en lo que había hecho y pensaba en repetirlo. Me decía que de alguna manera debía aprovecharlo ¿acaso no tenía una lengua sólo para mí, disponible las 24 horas para el sexo oral? Sólo era cuestión de poner mi vagina en su hocico y listo.



El correo termina ahí, pero me ha prometido más sobre el asunto. Espero que les haya parecido interesante y que, seguro a algunos, los haya prendido un poco. Un beso a todos.


Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

viernes, 27 de noviembre de 2009

Las cosas que mi vestido verde puede lograr

0 comentarios
Ayer fue una noche de esas de las que me gusta contar. No se emocionen tanto que no llegue a la cama con nadie, pero no fue por mi culpa.

Como les contaba ayer, mi vestido verde es bastante corto y aunque con short debajo, mis piernas son, casi sin excepciones, el plus de mi cuerpo. Jamás me he puesto short, falda o ropa de baño sin que amigos, desconocidos o incluso una que otra amiguita no me diga lo ricas que están mis piernas. Incluso tengo una amiga que borracha me confesó que sentía algo por mí y lo primero que dijo fue "es que tus piernas son tan ricas". Así que luzco ese vestido con mucho placer, no solo porque es cómodo y prácticamente me siento desnuda cuando me lo pongo, si no porque a donde vaya puedo sentir las miradas carcomiendo mis piernas. Por lo tanto, lo que me pasó ayer se lo atribuyo a mi vestido así me digan que puede haber otros motivos.

Ayer no sabía a dónde ir, así que terminé en un bar decidida a sólo tomarme una cerveza y regresarme a casa. Miraba distraída la puerta del bar con la secreta esperanza de que entrara algún conocido o, en su defecto algo interesante para conversar o al menos pasarla bien sin conversar mucho que digamos. Así que mientras miraba obsesivamente a la puerta, como a dos sorbos de cerveza de irme a casa entra al bar un tipo de esos que me gustan. Altos, delgados, con cara de inocentes y ganas de ser corrompidos en dos minutos. Así que yo, hecha una gata, crucé las piernas para que viera mejor y lo miré de reojo con la botella de cerveza al borde de los labios. La cosa pareció muy simple al principio porque me miró con un tonito de esperanza y deseo inconfundible y se fue derechito a donde estaba y se sentó a mi lado. Lo que me sorprendió es que ni me habló ni me volvió a dirigir la mirada y sólo pidió un trago. Yo me dije, bueh, dije una cerveza y eso es lo que tomaré, honestamente no estaba con ganas de tomar la iniciativa. En eso estaba mi mente cuando me pareció sentir un pequeño roce de algo en mis piernas allí donde casi es rodilla, bajé la mirada y el tipo de a mi costado saltó extrañamente. Yo me dije “tipos raros hay, en un micro entiendo, ¿pero en un bar?” Decidí hacerme la loca y ver hasta donde llegaba, de ahí ya yo decidiría hasta donde llegaría yo.

Poco después, volví a sentir ese roce de dedos medio temerosos, se notaba que era un solo dedo por el dorso y tratando de tentar el terreno. Hay algo en las cosas prohibidas que excita más de lo normal, y de sólo saber que un desconocido me tocaba “sin permiso” me sentí completamente mojada. Tuve unas ganas locas de cogerlo de la mano y llevarlo al primer hotel que encontráramos, pero algo me dijo que si me quedaba quieta iba a disfrutar un poquito más. Ahora su dedo, recto y cómodo bailaba por mis muslos lentamente hacia arriba, luego bajó y se acomodó en el pliegue que hacía mi rodilla al doblarla, metió el dedo ahí, haciendo un poco de presión como si en vez de su dedo fuera su miembro partiéndome en dos y yo sentí que de tanta humedad iba a empezar a gotear. Luego como con más seguridad puso su mano completa sobre mi rodilla, y empezó a subir lentamente, cuando llego a encontrarse con mi vestido se detuvo un segundo, en ese segundo yo maldije el tonto short que llevaba debajo, pero él no, sin importarle terminó de subir y llegó al final de mi muslo. Con un par de dedos sobó suavemente mi clítoris por fuera y yo lentamente empecé a moverme atrás y adelante. Como viera que le daba pie, subió un poco la mano y acomodándose un poco la metió en mi short y luego de dejar atrás mi ropa interior sintió mis vellos. Para ese momento yo estaba mojada y conteniendo los gemidos desesperadamente pero él parecía tranquilo mirando al bartender y hasta intercambiando frases tontas con él. Sus dedos jugaban en medio de esa humedad de mi vagina y se sentía que buscaba un hueco donde seguir el camino, sin que me diera cuenta ya lo había encontrado y empezaba a hacer presión para meterse ahí. Yo por un lado estaba tan excitada que no comprendía cómo podía seguir con la botella de cerveza en la mano fingiendo estar a punto de tomar de ella y por otro no podía comprender cómo él podía seguir en la misma posición pareciendo que no hacía nada. Su dedo iba de dentro de mí hasta la punta de mi clítoris, jugaba alrededor de este y luego volvía a entrar hasta el fondo de ese agujero maravilloso. Yo estaba a mil, me imaginaba llevándolo a una cama y desnudándolo, mordiéndole el cuello, lamiéndole el pecho y comiéndole el miembro, me imaginaba su pene, largo y duro como él mismo, ya tenía en mente la manera en la que entraría en mí vagina fuerte y sin aviso, y ya veía mis manos apoyándose en su pecho mientras yo gritaba de placer, tambaleándome sobre él. En un momento ya no pude más, volteé de golpe y le dije “¿cómo puedes hacer eso?” Y ahí acabó toda la historia maravillosa que me había imaginado. El pensó que lo estaba encarando, que estaba enojada o algo y soltó un “disculpa, es que eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida”. Yo puse cara de interrogación porque todavía no comprendía su confusión; yo realmente quería saber cómo era que lograba hacer eso, es más quería que me lo enseñara, pero no pude reaccionar, él tomó el resto de su trago y salió prácticamente corriendo. Yo no había pagado mi cerveza así que cuando por fin logré salir del bar ya lo había perdido de vista. Completamente decepcionada tomé un taxi de regreso a casa.

Obviamente cuando llegué saqué mi consolador y no paré hasta sacar de mi unos cuantos orgasmos, pero eso se los cuento mañana, que de recordar lo que me pasó ya estoy con ganas de masturbarme de nuevo.



Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

jueves, 26 de noviembre de 2009

Zoofilia

2 comentarios
A mí me gustan muchas cosas extrañas, en serio. He probado el bondage, un poquito de SM (bastante light no tengo por qué exagerar, pero rico), me gustan las mujeres así que he tenido un par de tríos y algunas otras cosas extrañas supongo. Además tengo ideas de qué cosas pueden ser interesantes y suelo ser curiosa y abierta a varias posibilidades. La cosa es que por ahí encontré cosas sobre zoofilia.

Como le decía a mi amiga, la zoofilia no creo que me llegue a convencer, al menos no sexualmente. Pero aparte de la excitación sexual, está el morbo, ese placer que sientes ante lo grotesco, ante lo horrendo. Supongo que es de ese placer que Edgar Allan Poe se aprovechaba cuando contaba que le arrancaba los dientes a su amada en un ataque de catalepsia, y después de haberla creído muerta, la pobre regresaba a la vida.

La cosa es que la zoofilia empezó a calar en mi curiosidad y encontré una linda paginita donde la entrada sobre la zoofilia con perros era de lo más "hermosa" si es que me entienden. Gráfica, impúdica, brutal en muchos sentidos, tal vez erótica para algunos. He aquí un fragmento:


Su vara gruesa ya ocupa toda mi cavidad mientras está erecto (incluso en reposo, je je je)
más bien mi culo se amolda cariñosamente a esa vara con mucho gusto
en cualquier posición eso es válido
pero si me pongo a lo perrita (en 4) suelo estirarme a lo gatita y mi espalda expuesta a las máximas caricias, eso es delicioso,


una que otra pequeña mordida sin dolor, también me pone...


Cuando estoy de frente y por culo, besarte y abrazarte y friccionar mi clítoris con tu panza (que no tienes panza, pero se llama panza igual) es una locura caliente que me fascina


Lejos lo mejor es la eyaculación de perro
cuando acabas tu pene se engrosa en ataques palpitativos
y siento algo muy, muy dificil de describir
me llenas el culo de leche, y me dejas la salchicha adentro
ni que se te ocurra sacarla de un tiro


Mi delicia es pensar que tu pene es mio
es parte de mi cuerpo
para mi placer
para mi goce


Cuando sale debe ser suave y escabullirse sin que lo note
casi como un forajido


La página: Mi voluntad es tu deseo

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

Salgo

0 comentarios
Hace calor, mi vestido es verde, verde agua, es bastante pequeño por eso uso un short debajo, no es muy largo porque la idea no es cubrir mis piernas, pero es lo suficientemente largo para soportar el roce de mis muslos. Cuando tenía 13 años un día se me ocurrió usar una minifalda, era tan pequeñita tan pequeñita que mis muslos rozaban y con el calor terminé con un sarpullido, horrible tener algo así en una zona tan delicada. Luego sin tener quien ponga una crema en una zona tan privada como esa, tuve que hacerlo yo misma, el problema es que mientras lo hacía un poco de crema ensució mi ropa interior, y tratando de limpiarla toqué de manera casual mi clítoris. Era una sensación que ya conocía, pero no sé por qué hay momentos en los que uno siente más las cosas. De alguna manera sentí que debía dedicarme al sarpullido y no a la ropa interior, pero mi ropa se volvió a ensuciar, volví a pasar por ahí los dedos pero esta vez ya no era una cosa casual. Metí mi mano debajo de la tela y un dedo en esa ranura que ni siquiera sabía completamente cómo funcionaba. No sólo estaba caliente, estaba húmedo y suave y al contacto con mis dedos todo mi cuerpo podía sentir un cosquilleo delicioso. Empecé suave, porque suave era rico, la humedad era sabrosa así que la pasé por toda la zona, bien abajo por donde alguna vez habría un agujero (agujero que todavía no conocía) y bien arriba justo sobre el clítoris. Jugaba con el clítoris y luego subía y bajaba una y otra vez. Lo que primero era un cosquilleo, ahora era una cosa que inundaba todo mi cuerpo, y mi dedo solo ya no podía con toda la emoción. Apoyé toda la mano en mi pubis y empecé a presionar mientras frotaba arriba y abajo. Mi respiración se hizo rápida, mi corazón latía a mil y esa cosa dentro de mí iba creciendo y haciéndose más grande que mi cuerpo. Sin darme cuenta empecé a gemir a ritmo continuo, trataba de no hacer ruido pero era algo que no podía evitar, la cosa subía y subía, la presión interior se hacía insoportable mientras mi mano subía y bajaba con más fuerza, con más rapidez. De repente sentí como si toda la presión se liberara, en espasmos explotó algo dentro de mí, fue como un buum, y un placer increíble salió a borbotones.


No puedo decir que fue mi primer orgasmo, esas cosas no las puedes medir tan fácilmente, pero creo que fue la primera vez que lo hice sabiendo perfectamente lo que hacía. Antes de eso, era sólo una niña jugando con su cuerpo, para ese entonces ya había un chico que me gustaba y que no se atrevía ni a tocarme el cuello cuando nos besábamos.

Bueno, hace calor, mi vestido es verde agua y uso un short debajo. Es un vestido recto, por eso me pongo una casaca deportiva encima, porque así se ve más casual. Uso unas sandalias bajas, con bastantes tiritas, me encantan mis pies, así que aunque no pinto mis uñas los cuido bastante. La verdad estoy bastante orgullosa de ellos, son delgados y largos, bastante armónicos y flexibles además cuido que estén siempre suaves.

Hoy no voy a ver a nadie, no tengo nada pensado realmente, sólo voy a pasear, tomarme un trago en algún bar a ver si encuentro algo interesante.

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

planetaperu.pe estamos en
PlanetaPeru.pe