jueves, 31 de diciembre de 2009

un correo caliente

0 comentarios
Este es un mail que recibí hace unos días

Desde hacía varios días que veía a Augusto y me daba cuenta de que me encantaba. Estaba con novio, pero lo único que podía imaginar era estar con él, besarlo, tocarlo, sentir su piel y todo su cuerpo sobre mí. Estaba obsesionada con su sola presencia, lo veía, me embobaba, no podía apartar mis pensamientos de él. Me ponía tan tonta cuando lo veía, que se me aceleraba el ritmo cardíaco y hasta llegué al punto de escribirle cosas hiper cursis, de las cuales ahora me arrepiento.

Él me miraba y me perturbaba. Sabía lo que hacía, y por eso lo hacía. Una noche de aquellas en las cuales su presencia invadía mi cabeza, soñé con él. Mis sueños son bastante confusos normalmente, pero éste era más claro que el agua. Estábamos en el lugar donde solemos cruzarnos, charlabámos animadamente. De repente, mis manos rodearon su cuello y mi boca se juntó con la suya en un beso muy mojado. Él me arrojó contra una pared y llenó mi cuello con sus besos, a tal punto que sentía mi cara enrojecer, mi vagina mojarse, mis pezones endurecerse. Él lo notaba, y apretaba mi cuerpo más y más, me arrancaba la ropa... Y en la mejor parte, me desperté.

Los días pasaron, las miradas seguían y una tarde de esas, se me ocurrió pedirle su número de celular. Se acercaba el fin de semana y mi excusa perfecta era juntar a mi grupo con el suyo y pasar un momento agradable. Él aceptó sin ninguna objeción mientras me lanzaba miradas enigmáticas, como si supiera de mi sueño, el cual llenaba mi cabeza todos los días.

Llegó el fin de semana y finalmente nos vimos. Como él no sabía la dirección, me ofrecí a esperarlo en un lugar y después irnos hasta el departamento de mi amiga. Tengo que recalcar que para ese momento, había tomado mucho, y no me importó saber que estaba en pleno centro, así que le encajé un beso. Ay, por Dios, qué beso. Creo que nunca en la vida, besé a alguien con tantas ganas. Quería pasar a asuntos mayores sí o sí, pero me acordé que estaba en la calle y que su amigo estaba parado a nuestro lado, observando la situación. "Vamos", dije y lo tomé de la mano. Augusto iba unos pasos delante de mí, así que tuve tiempo de observarlo detenidamente. Llevaba pantalón de jean, remera, camisa, zapatillas, todo desprolijamente ordenado. Pelo castaño claro revuelto, en su mano un cigarrillo. Ojos marrones, pestañas encorvadas, Boca roja, hermosa, que me llamaba a hacer bastantes maldades. Seguimos caminando, llegamos al departamento. Nos quedamos allí, conversando, riendo. Él me tomaba la mano, yo lo miraba, necesitaba una excusa para salir de ahí. "Voy a comprar cigarrillos", dije y me paré. Al rato, lo vi detrás de mí diciéndome "Yo te acompaño". El departamento de mi amiga quedaba en el 4º piso. Él llamó al ascensor, pero yo lo tomé de la mano, me saqué los zapatos que hacían bastante ruido y le dije, de la forma más sensual posible, "creo que es mejor ir por la escalera".

Como era de noche, la única luz que había era la de las ventanas, lo que hizo la situación bastante más interesante. Ni bien bajamos dos escalones, lo arrinconé en una pared y le encajé un beso. Lo besé con locura, qué me importaba. Quería comerle la boca literalmente, me estaba muriendo de ganas. Él me sacó y me puso a mí contra la pared, me bajó la remera y se encontró con mis pezones, que estaban muy duros, a punto de estallar. Los besó, se hundió en mis tetas, yo no quería que salga. Estaba empezando a mojarme. Lo aparté, lo arrojé sobre las escaleras, le levanté la remera. Empecé a recorrer con mi lengua todo su torso, deteniéndome cerca de su pubis. Toqué su pene sobre la ropa, estaba muy duro. No me aguanté la tentación y le desabroché el pantalón. Comencé a chuparlo con tantas ganas. Estaba muy duro, a punto de explotar, lo cual me excitaba aún más. Seguí chupándolo, pero quería dejarlo con las ganas, así que me paré y me fui a planta baja. Al rato, bajó él con una sonrisa vaga en su cara, me tomó del cuello y me encajó un beso. Después de ir al kiosco, quedaba otro tramo por la escalera. Llegamos a la parte oscura, me puso contra la pared. Desabrochó mi pantalón y bajó mi ropa interior. Se agachó y me dio el mejor sexo oral de mi vida. Sentía su lengua por toda mi vagina, sentía que me mojaba y que su saliva se enredaba con mis jugos. Él tocaba mis pezones, mis pechos, yo quería gritar, estaba muy excitada. Estaba a punto de acabar... Cuando empezó a subir las escaleras.
Pasó la noche y nos fuimos juntos a su departamento. Yo había pensado en cogérmelo toda la noche, pero recién a la madrugada, se pudo dar. Me saqué la ropa, lo desnudé a él, comencé a recorrer su cuerpo con mi lengua. Llegué a su jugoso pene, que estaba tan duro como antes y me detuve a chupárselo. Mmm, qué rico fue llenar mi boca con su pene, recorrerlo todo, chupar sus testículos. Él se retorcía de excitación y eso me calentaba aún más. Alternaba movimientos bruscos con movimientos suaves, usaba mis labios, así como también usaba mi lengua. Me encantaba chupárselo, era tan rico... Hasta que su leche llenó mi boca, su jugosa y caliente leche llenó mi boca y yo me la tragué con el mayor de los gustos. Deliciosa.

Llegamos al segundo round. Mi placer estaba en saber que él la estaba pasando bien,
quería verlo disfrutar, el verlo retorcerse de placer me excitaba, me calentaba. Estábamos ahí, ardiendo los dos, hasta que lo puse boca arriba y me monté sobre él. Su gordo pene entró en mi vagina húmeda, entraba y salía, yo lo controlaba. Él tocaba mis duros pezones, mi culo, me pedía que no pare, y yo, no pensaba hacerlo.

Cabalgué sobre él hasta que lo sentí acabar... Ay, pero qué rico; él terminó y yo miré su rostro, estaba muy excitado. Me dijo que le encantó cogerme, y que quería más, pero yo tenía sueño, así que me vine a casa.

Sólo una pregunta, querida lectora... ¿tú nunca llegaste al orgasmo? si es así ¿POR QUÉEEEEEEEEEE?


Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Sexo en la cocina

0 comentarios
Desde el 2006 en que terminé la universidad nos reunimos cada año para tomarnos unos tragos, conversar, ver cuánto hemos cambiado y pasarla bien. Este año, como estoy viviendo sola, los invité a mi depa. Cada vez somos menos así que no iba a venir mucha gente, por lo que supuse que no importaba si invitaba a Anita y así lo hice.

Mis amigos llegaron temprano, porque la idea era comer algo para luego tener tiempo de emborracharnos hasta las últimas consecuencias. Invité a todos como a las ocho, pero como buenos peruanos empezaron a llegar a las nueve y media. A las once ya estábamos conversando, terminando la comida y empezando a tomar y pronto a bailar. De Anita, ni señales.

Martín, un viejo amigo y ex amante había venido con su novia, Tania una chica con la que alguna vez tuve una pequeña y muy memorable aventura también había venido con su novio. Andrés también. Empecé a ver a mis invitados y todos estaban emparejados, incluso los feos, los antipáticos, incluso aquellos que uno jamás habría imaginado, alguien les iba a dirigir la mirada, estaban ahí con una pareja, temporal o permanente. Yo, debía tener de la mano a Anita, pero Anita, que me había confirmado y hasta llamado para repreguntarme la hora no aparecía. Cerca de media noche llegó Percy.

Percy es alto, fuerte y guapo, sin rodeos ni tonterías, es guapo y punto, nadie lo puede negar. Es el mayor de nosotros así que cuando empezamos la universidad él ya estaba casado y aún ahora seguía casado, pero para disfrute de todas nunca intentó serle fiel a su mujer y jamás la llevaba a las fiestas. Esta noche no fue la excepción, llegó a media noche, lleno de trago y piqueos para invitar, justificando su tardanza con su gran generosidad. Todos lo recibimos con los brazos abiertos y yo, sentí que ya era demasiado tiempo que tenía la vista puesta encima de él sin haber intentado nada. Anita no llegaba y yo no iba a estar esperando toda la vida. Así que con una mezcla de rabia y deseo me acerqué a Percy y lo invité a bailar “no, no yo no sirvo para eso” yo no iba a recibir una negativa así que torneé los ojos y le dije “me vas a negar una tonta pieza de baile y me vas a hacer quedar en ridículo” con la carta de la caballerosidad un tipo como Percy siempre terminaría haciendo lo que debe. Y lo que debe es lo que una quiere.

Sentí el interés de Percy inmediatamente, me apretó contra él y me llevó toda la canción con la mano abierta y ligeramente debajo de la cintura, como quien no quiere llegar lejos aunque lo intente. Pude sentir sus piernas pegándose a las mías y finalmente, cuando la canción terminó bajó su mano y “sin darse cuenta” tocó mi trasero mientras se soltaba de mí. A mí eso me empezó a excitar y además me excitó saber que la presa ya estaba en la red.

Me mantuve cerca de él, pero tratando de no parecer pegajosa. La verdad no necesité mucho tiempo, si yo me alejaba, era él el que se acercaba con alguna excusa, así que en no menos de media hora, le dije que me acompañara a la cocina a traer hielo. No tenía ni dos pasos dentro de la cocina cuando sentí que Percy cerraba la puerta detrás de él y me cogía de la cintura: “Con esas piernas, no deberías usar faldas tan cortas” yo volteé y le puse las manos en el cuello “¿no te gustan mis piernas?”, y mientras me besaba el cuello “más que gustarme, me traen loco, debería ser ilegal mostrarlas así, mira que estoy tratando de ser fiel” yo me reí, me encogí de hombros y empecé a besarlo.

Si hay algo que me gusta de los hombres altos y fuertes como él es que primero empiezas poniéndote de puntitas para abrazarlos bien pero luego ellos te cargan y se encargan de hacerte sentir como una pluma en sus brazos. Eso hizo Percy, me cogió del trasero y me levantó haciéndome poner las piernas alrededor suyo, luego se dejó caer en una silla y me quitó el polo. Yo no estaba para cosas románticas, así que me quité el sostén y se lo puse de collar. Pude ver en sus ojos ese placer estúpido, mezclado con sorpresa que llevan los hombres en cuanto ven las tetas de una mujer. Puso sus dos manos sobre mis pechos y las sintió como si de medirlas se tratara, parece que quería sentir mis pezones con la palma de las manos, ahí donde es más sensible. Luego llevo la cara a ellos, pasó los labios por mis pezones como si de subrayar la textura se tratara, luego empezó a pasar sus labios suavemente por en medio de mis tetas y bajó lo que pudo en esa posición.

Luego, en dos segundos, me vi despojada de mi ropa interior, mientras él estaba vestido; yo, completamente desnuda. Me paró frente a él para observarme. Me miró de pies a cabeza. Revisó mis tetas duras, mis pezones rosados, mi cintura encogida por los ejercicios, mis caderas anchas, me dio la vuelta para ver mi trasero y luego me jaló hacia él. Cuando estaba cerca me di cuenta de que su pene ya estaba fuera y me lo había metido casi de sorpresa, yo no estaba preparada para recibirlo, pero la manera en la que llegó fue tan abrupta que me encantó. Casi me hace gritar, pero mi grito fue empañado por ese placer maravilloso de un pene que entra y sale y se mueve dentro de ti. Como estaba de espaldas a él, sus manos acariciaban mi vello púbico, mi clítoris, y agarraban mis muslos con fuerza y desesperación. Yo, medio agachada y con las piernas abiertas, en una posición que de estar con un hombre más pequeño habría sido incómoda, me las arreglaba para moverme y seguir su ritmo. Pronto terminé y me dije. Este tipo merece un poco de mi boca. Entonces me deshice de sus brazos y bajé mi boca hasta su pene. Mi olor estaba ya mezclado con el suyo, y esa es una de las cosas que más me excita en esta vida. Saqué la lengua y empecé a saborear esa mezcla de jugos, luego metí la punta en mis labios y empecé a meter y sacar el pene de mi boca despacio, cogí con mis manos sus testículos y los acaricié mientras saboreaba ese elixir.

Percy se dejó llevar por un rato, acariciándome la cabeza suavemente mientras yo se la mamaba, pero cuando la cosa se puso más fuerte y él estuvo a punto de darla, me detuvo y me dijo “yo quiero darla dentro tuyo” así que me jalo y me sentó en sus piernas, me la metió de un solo jalón y empezamos a movernos. Con ese movimiento y con todo lo que había pasado, más los tragos que llevábamos encima no pude evitar empezar a gemir y hasta a gritar un poco. Habré soltado unos cuantos gritos cuando él metió su boca en mi mano para que la mordiera sin gritar, justo cuando terminábamos juntos. Caí en su hombro con una sonrisa enorme en la cara.

Le di un beso en el cuello, y luego me paré y me empecé a vestir. Mientras se vestía Percy empezó a hablar “Oye Lucía, tú sabes que soy un hombre casado, ¿no? Yo no puedo estar pensando en nada aparte de lo que ha pasado esta noche, no me malinterpretes, ha sido maravillosos pero…” esta vez, yo le metí la mano a la boca y mientras aguantaba la carcajada le dije “déjate de tonterías, yo también tengo pareja” Incluso mientras lo decía no me lo creía, sólo había salido una vez con Anita y nada había pasado luego, ese día me había plantado y no sabía si pasaría algo más, pero algo en la conversación que habíamos tenido, me había hecho pensar que entre las dos había algo más. Abrí la puerta mientras Percy terminaba de acomodarse la camisa y lo que vi me dejó estúpida. Anita estaba parada frente a la puerta, con una rabia obviamente contenida y los ojos rojos de aguantarse el llanto. Supongo que no tengo que explicarles que corrí tras ella y traté de disculparme, pero ella en silencio seguía caminando, en cuanto pudo tomó un taxi y sin decirme una palabra se largó.

A veces me justifico pensando que en ningún momento hablamos de relación, pero supongo que igual me porté mal, ¿no? ¿Ustedes qué dicen?




Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

viernes, 18 de diciembre de 2009

Parece que no soy la única que sueña con llevarse a la cama a un escolar

0 comentarios

Me mandaron una nueva historia. No sé ustedes pero yo siempre he querido tirarme a un chiquillo de colegio, parece que no soy la única que tiene esa fantasía.

Mi primera vez fue un día en el que me iba al liceo con toda normalidad. Yo tenía 16 años en ese momento. No me acuerdo por qué tuve que pasar por casa de una amiga de mi madre. En cuanto la vi no pude evitar fijar mi mirada en su diminuto short blanco y en sus pezones, ya que no llevaba sujetador y se veían perfectamente. Ella tenía 35 años, pero se veía muy bien, aunque era baja de estatura tenía un culo espectacular y redondito y unas tetas firmes con unos pezones de uva.

Resulta que ella lo tenía todo planeado, me invitó a entrar y prácticamente en mi cara, me dio la espalda y se agachó para recoger un bikini que estaba en el suelo, luego se levantó, sonrió y me preguntó “¿Te gusta lo que ves?” yo no atiné a decir una sola palabra. Cuando ella se me acercó yo ya tenía el pene a punto de explotar dentro de mi pantalón. Ella se lo llevó a la mano y lo empezó a acariciar, se acercó a mí y me besó con pasión. Fue entonces que no pude más, la llevé a un sofá y le quité la blusa, ahí me encontré con esos hermosos pezones que no dudé en comerme mientras ella jadeaba y me decía “sí mi niño, hace tiempo quería que me comieras toda”

Luego, bruscamente, se separó de mí, me quitó el pantalón y el bóxer y dejó salir mi pene, que en esa época medía unos 17 cm “Esto era lo que yo quería comer” Lo empezó a chupar, yo lo tenía una barra de hierro. Cuando estaba a punto de explotar, se detuvo y me dijo “no puedes terminar, falta lo mejor” me acostó sobre la alfombra y lentamente, mientras se sentaba sobre mí, se iba metiendo mi pene a su vagina “ah, qué rico se siente”, se fue moviendo, cabalgándome. En cuanto empezó tuvo su primer orgasmo, pero continuó moviéndose como toda una veterana. No pasó mucho rato antes de que yo me corriera y ella tuviera su segundo orgasmo. Al terminar yo me recosté a descansar, pero ella quería más y que yo tenía que satisfacerla. “yo te chupe el pene, así que lo justo es que tú me chupes la vagina y te tragues mis jugos” Yo, sin chistar, me incorporé y le abrí las piernas, ella me tomó de la cabeza con sus dos manos y me presionó contra su clítoris, yo empecé a chuparla, lamerla toda, su vagina desprendía un olor que me excitaba todavía más y ya mi pene estaba volviendo a la vida. Ella no demoró en correrse en mi boca mientras gemía y decía “si papi, eres un buen niño” Cuando terminé, se acercó y me dijo que me iba a compensar. Entonces volvió su boca a mi pene hasta que se volvió a poner durísimo, luego fue hasta una gaveta y sacó un condón y me lo puso. Yo no sabía para qué me lo ponía si ya había terminado en su vagina. Pero ella se puso en cuatro y me dejó frente a los ojos ese hermoso culo “clávame por el culo, que esto es todo tuyo” me dijo mientras me daba una crema. Yo se la regué por las nalgas y en mi pene y sin dudar más acerqué la punta hasta la entrada de su culo y empecé suavemente (porque me dolía), ella me pedía a gritos que se la clavara completa, sus gritos me entusiasmaron y de un solo tirón, la tomé de la cintura y se la clavé hasta el fondo. Los dos pegamos un grito de placer y dolor. La dejé dentro por un momento y luego empecé a moverme lentamente. Mi excitación era tremenda, le daba duro, con movimientos rápidos, ella jadeaba y me pedía más y más, luego de un rato que yo no aguantaba más, le dije que iba a acabar. Ella se detuvo y me gritó “yo quiero tu leche dentro de mi culo, así que quítate el condón” yo la obedecí y me lo quité, ella me dio una mamada y otra vez se o metí por el culo y después de unos cuantos movimientos me corrí dentro de su culo mientras ella gritaba “qué leche tan caliente papi”

Nos quedamos dormidos los dos y al despertar nos duchamos y yo me fui a mi casa y quedamos para vernos al día siguiente. Ese año saqué las peores notas del liceo pero no me arrepiento.

Nuestro amigo nos pide comentarios, así que siéntanse libres de decir lo que gusten.

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Mi primera cita con Anita

0 comentarios
Su voz es suave y casi no tiene acento, sólo un pequeño problema con las erres, pero es algo que pasa desapercibido cuando estás tan embobada como yo. Me costó trabajo explicarle quien era porque no reconoció, o pretendió no reconocer, mi nombre. Me dijo que estaba por salir con unos amigos y me preguntó si quería ir con ellos. Yo pensé que la situación sería menos estresante que salir sólo con ella así que me decidí y le dije que la encontraría por su casa.

Cuando quiero impresionar uso mis piernas, así que ayer me encargué de que se vieran bastante. Me puse una falda chiquita con bobos que me hace ver especialmente sexy y un polo sin mangas rojo para hacer honor a los colores de nuestras banderas. La falda era negra pero mi ropa interior, blanca; así que si nos empezábamos a desnudar podía mostrarme bastante patriota (de mis dos patrias a la vez).

Cuando llegué ya estaba ella con un par de personas, luego llegaron tres más. Lo que jamás me imaginé, todos hablaban alemán y yo, que lo poco que sé de alemán es el par de palabras tiernitas que mi padre me decía de niña (luego decidió usar el inglés para cuestiones formales y legales y mi alemán se fue al diablo) y el par de meses que llevo ahora estudiando, me sentí totalmente perdida “Anita, yo no sé alemán”, me miró con los ojos abiertos de sorpresa y se encogió de hombros mientras me decía “ya aprenderás”.

Me pasé un buen rato mirando a todos fijamente a los labios tratando de entender alguna palabra, reía cuando reían y de vez en cuando soltaba un “ya ya ya” (se escribe ja, cosa que siempre me ha sonado de risa). Luego me llegó, me quedé pegada mirando a Anita, su pantalón apretado en sus piernas, su pelo castaño oscuro tapándole la cara de vez en cuando, sus ojos enormes y brillantes, ella toda tan coqueta con todo el mundo, logró convencerme de que todo había sido travesura de niña y que yo no estaba en sus planes en lo más mínimo. Trate de irme, me cogió de la muñeca y me dijo “vamos, espera un rato, todavía no hemos ido ni a bailar”, entonces pensé que sí estaba interesada en mí y me quedé, pero luego volvió a perderse en su maravilloso ignorarme. Al rato decidí de nuevo largarme “ahora sí me voy, lo siento, tengo que despertarme temprano”, “para nada niña, tú te quedas” y me agarró de la pierna como quien cogía algo que poseía. Se la pasó así, entre ignorándome y mandándome indirectas claras hasta que me enojé.

Me levanté como quien iba al baño y cuando ya la tenía lo suficientemente lejos para que no influyera en mí, prácticamente le grité en mi torpe alemán “Chau Anita, nos vemos” y salí casi huyendo de su fuerza magnética. No había llegado a la avenida cuando sentí que alguien me cogía de la cintura, volteé asustada y era ella “Mira, me has hecho abandonar a mis amigos, no los veo muy seguido” dije un par de tonterías excusándome por nada, diciéndole que podía regresar con ellos, que no había ningún problema conmigo, “tontita – me dijo – no te voy a dejar irte solita a tu casa, te llevo en mi carro”. Estuvimos en silencio un rato, yo estaba súper emocionada pero no sabía qué decir, así que Anita empezó “vamos vamos, qué tienes para contarme de tu vida, cómo es que eres austriaca y no sabes alemán” Cerré los ojos y hablé. La verdad es que aquí es fácil comentar estas cosas, pero en la vida diaria prefiero cerrar la boca. En el mundo real, salvo documentos oficiales, “Yo soy Lucía Navarro, aunque mis documentos digan lo contrario, conocí a mi padre, el austriaco, cuando tenía 15 años y recién he conocido mi segunda ‘patria’ el año pasado, por eso recién ahora estoy aprendiendo alemán” Tuve la ligera sensación de que, si fuera por ella, me habría sacado de la salita especial de la embajada y me habría puesto tras el vidrio. Al final, yo era austriaca por suerte o algo así y eso me ponía en una categoría inferior. “voltea a la derecha, después del carro de rojo de ahí”.

Cuando estaba por bajar me detuvo de la mano y me dio un beso. Dios mío, de nuevo esa lentitud apasionada, esa profundidad en el vacío, esa sensación de ser poseída de pies a cabeza sólo desde su boca, me dejó con la boca literalmente abierta y dijo “¿puedo pasar la noche contigo? Donde me quedo puede que ya hayan cerrado el portón”

No hace falta decirles que en cuanto entramos a mi habitación Anita se apoderó de mí. Me fue quitando la ropa tan decidida y tan apasionadamente que ni se dio cuenta de mi combinación austro-peruana. Yo me sentí un juguete en sus manos y lo que primero fueron sus manos, luego fue su lengua, su nariz, su pelo. Había soñado tanto con hundirme en su cuerpo pero ella no me dejó, me tumbó a la cama y empezó a besarme. Pasó por mis senos mientras yo sentía esas agujas sabrosas viniendo de mis pezones, mi barriga, se hundió en mi ombligo y luego en mi pubis. Yo me sentí egoísta y quise moverme, pero ella no me dejó, como insistí se detuvo y me dijo “Eres mala, muy mala, voy a tener que castigarte”. Cogió su cartera y sacó unos pañuelos, cogió mi mano, la beso en la muñeca y amarró un pañuelo a ella y luego a la pata de la cama, luego hizo lo mismo con la otra muñeca (siempre con el besito respectivo). Luego continuó su trabajo, solo que esta vez decidí ser totalmente respetuosa. En vez de ir directamente a mi coño, pasó por él como quien no le interesa y siguió por mis piernas, pasó sus labios suavemente por una de ellas hasta llegar a mis pies “lindos pies Lucía, creo que me los voy a comer” se metió un dedo gordo a la boca y luego pasó la lengua por entre los dedos. Luego levanto mi pierna y empezó a besarme por detrás, llegó a detrás de mi rodilla y sacó la lengua para hacerme gritar. Levantó mis dos piernas y mojó mi ano con su lengua. Luego empezó a meter un dedo en mi ano, primero lentamente, luego más rápido y cada vez más profundo “¿te gusta, mi amor?”, yo, casi gimiendo respondí que sí. “Hoy vamos a ir despacito, ¿está bien?, si corremos mucho, luego no vamos a divertirnos tanto” Llevó su lengua a mi clítoris, mientras seguía jugando con el hueco de mi ano. Luego se detuvo, “Lucía de mi corazón, tú tienes cara de divertirte cuando estás sola, ¿dónde está tu dildo?” Yo sin hablar, voltee y miré mi mesa de noche, “Claro, qué tonta” Abrió el cajón, lo cogió y lo prendió suavecito. Yo suelo ponerlo al máximo y saciarme rápidamente, pero ese cosquilleo suavecito me estremeció al contacto con mi vagina húmeda de la saliva de Anita y de mis jugos “Tengo que enseñarte a tener paciencia” y eso parecía que hacía, jugaba lentamente, parecía que iba a entrar y lo único que hacía era dejar el vibrador en la punta, luego subía al clítoris y luego lo regresaba a la punta, luego incluso lo paseaba por el resto de mi cuerpo. Yo cerraba los ojos y no podía menos que perderme en un mar de placer. Cuando ya estaba por reventar, Lucía se detuvo “quiero que termines en mi boca ¿puedes? Quiero sentirte”. Entonces bajó y usó su lengua como un pequeño pene y mientras eso hacía su lengua, algo hacía con su nariz que lograba acariciarme el clítoris sin necesidad de usar las manos que andaban paseando por mi cuerpo. Cuando terminé sentí como mis espasmos apretaban su lengua y mi trasero casi golpeaba su cara.

“¿y yo?” Quise decirle que yo podía darle placer también, que me diera la oportunidad de meterme en su cuerpo como ella lo había hecho con el mío, pero me lo negó “te voy a montar como a una yegua ¿te parece?” y sin esperar mi respuesta me desató, y luego me volvió a atar, esta vez boca abajo. Se montó sobre mí, pude sentir sus vellos en mi trasero y sus manos en mi espalda y empezó a balancearse sobre mí, podía sentir cómo se agitaba, cómo subía su intensidad, como empezaba a bufar, a gemir suavemente, sentía sus manos jugando en su propio clítoris, en sus propios agujeros. Todo eso también me excitó y aunque ella ya no me tocaba directamente volví a darla y volví a reventar. Cuando terminó, me soltó y me dio un besito “ahora ya me voy”. La vi con cara de signo de interrogación “ahora sí te abren la puerta, Anita”, sonrió y dijo, “Claro, la abren a las 3 de la mañana, ni un minuto antes” sonrió picara y coqueta y se fue.

Y nada más, hoy desperté tardísimo y recién he podido poner en palabras todo lo que sucedió. Ha sido tan maravilloso. Anita es tan rica, pero me parece tan difícil de asir.
Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

martes, 15 de diciembre de 2009

Pregunta sobre Anita

0 comentarios
Estoy en una disyuntiva y es que Anita no sale de mi mente. Cada vez que cierro los ojos están sus manos recorriendo mi cuerpo. Ayer me pareció verla y estuve excitada toda la tarde. Llegué a casa a masturbarme dos veces casi seguidas. Anoche soñé que me hundía en sus pechos y que de alguna manera podía entrar toda yo en su vagina (sí, como si yo fuera un dildo). Además ando nerviosa y ya todo el mundo se ha dado cuenta de que ando ida.

La cosa es que tengo su teléfono conmigo todo el tiempo y no me atrevo a llamarla. Por un lado esta fuerza que me empuja hacia ella, y por el otro, este estúpido temor a las mujeres, este miedo a que me rechacen, me traten mal o me manipulen. Lo siento chicas pero me ha ido muy mal con las del sexo femenino. Pero, también me digo, no tiene por qué ser siempre así ¿no?

Ya que tengo este medio, decidí hacerles la pregunta, a ver si me dan un aventón. ¿Debo llamar a Anita? Y si pueden, me dicen por qué creen que debo llamarla.

Un beso a todos.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Eva

0 comentarios
Esta es otra historia que me mandaron, espero les guste.


Conocer a una mujer como Eva más que una suerte, es un privilegio. Si además la conoces como en mi caso, virgen y sedienta de saber; es una locura de sexo y desenfreno.
Conocí a Eva con 16 años, bueno primero conocí a su hermano, pero ella tomó protagonismo al instante. Era de esas chicas de belleza delicada que en un primer vistazo puede pasar desapercibida, pero en el segundo vistazo te captura para siempre.
De senos de mantequilla coronados por rosados pezones, de cadera de melocotón con la curva justa para servir de asidero y uno de los sexos más hermosos y estrechos que he conocido.

Me entregó sus primeras pajas, sus primeras mamadas y su virginidad, me consultó en cada relación sexual que tuvo y llegó un momento en el que la alumna superó al maestro.

Nuestros caminos fueron distanciándose y pasaron muchos años sin contacto. Volví a coincidir con ella unas semanas antes de que se casara y, como si el tiempo no hubiera pasado, no pudimos evitar desnudarnos. Redescubrí y besé cada rincón de su cuerpo y me regaló dos corridas bestiales. Ella, por su parte, encadenó 6 maravillosos orgasmos que me trasladaron a otros tiempos. Nos despedimos con un breve beso en los labios y nuestros caminos volvieron a separarse, esta vez sí con la sensación de que era definitivo.

Pero el azar es caprichoso y este verano en una concurrida playa, me distraía mirando a una hermosa joven que de espaldas se quitaba una blusa blanca quedándose con un precioso bikini naranja, un culo precioso, unas piernas lindas y blancas y una cintura de locura. Cuando se volvió, nuestros ojos se cruzaron de nuevo. Allí estaba Eva con su marido, con su hermoso cuerpo y con ese coñito delicioso ligeramente marcado por su bikini. Me miró pero enseguida se sentó y se puso a charlar con él.

No pude quitarle la vista de encima, recordaba muchas cosas, colores, sabores, olores y todo me venía a la mente provocando en mí un embarazoso empalme. A la media hora se levanto sonriendo a su marido y se puso a caminar hacia el bar de la orilla, su mirada me invitó en decimas de segundo, nadie habría visto nada raro ni en su contoneo como una gata, ni en su sensual mirada. Me levanté y aceleré mi paso para alcanzarla cuando dejaba la arena.

La miré a los ojos: "¿Sigues siendo mi putilla?" No me miró para responder:"Fóllame, por favor".
Gracias a la hora y el bullicio creo que nadie noto que entrabamos juntos al baño, ella delante.
Sin tiempo de cerrar la puerta ya tenía su espalda apoyada en mí y su trasero masajeándome la polla. "¿Que me vas a hacer?", ronroneó. La cogí de las muñecas y la apoye en la pared con los brazos en cruz ... "¡No te muevas!", solo bajó la cabeza aceptando como siempre, atrapé sus tetas desde atrás apretándolas y frotando esos pezones que sabía tan sensibles, alternando la fuerza con caricias. Se las saqué del bikini y azoté sus pezones, gimió y busco frotar su culo conmigo. Me detuve y azote su trasero, "No hagas nada que no se te diga, zorra" , se detuvo al instante gimiendo. Aparté la braga de su bikini, ya estaba empapada, como siempre. Con mis pies separé sus piernas y azote suavemente su sexo, con cada azote no podía evitar que su cuerpo se estremeciera.

Ya no necesitaba muchas invitaciones puse mi polla en la entrada de su coño, seguía deliciosamente estrecho, solo le metí la mitad mientras mi mano derecha jugaba con ese clítoris que tan bien conocía. "Métemela por favor", estaba a punto de llegar a su primer orgasmo. Se la saqué le encajé la braga del bikini en el culo y en el sexo "Date la vuelta y chúpamela zorra, y ni se te ocurra al tocarte mientras me tragas desencajarte el bikini"

Se arrodilló golosa y empezó la mamada mientras tiraba del bikini para frotarse con él el clítoris, la agarré de su hermosa melena y le follé con autentica pasión la boca, en cada embestida cerraba los ojos y recordaba todas las veces que había estado así, los abrí cuando su ritmo aumentó y vi como se corría.

La levanté todavía con los ojos vidriosos y le quité la parte de arriba del bikini, "quítate la braga y límpiate los jugos con ella antes de tirarla". Mientras lo hacía solo acertó a decir "azótame por favor" Volví a ponerla de espaldas y la agache quedo con las piernas abiertas completamente expuesta. Se la metí de un solo golpe y en cuanto dio un respingo de la impresión, comencé a azotarle el trasero con mi mano abierta mientras iba alternando entradas suaves con embestidas violentas. Sólo tuve que cogerla del pelo y estirárselo hacia atrás para notar cómo su presión en mi polla crecía y volvía a correrse. "Sigues siendo una zorra maravillosa", me miró a los ojos "La mejor, déjame verte mientras te corres" Se la saque para abofetearla “Como quieras cielo ", le di la vuelta y puse una de sus piernas sobre la taza.
Volví a colarme en su interior mientras gemía "no pares por favor, fóllame, quiero ver tus ojos cuando te corras". Acaricie su culo, su hermoso culo, mientras iba metiéndosela cada vez más adentro y más fuerte. La azoté en las piernas, en los pechos mientras su mirada seguía clavada en mí. Amasé su trasero y pellizque sus pezones mientras notaba que aflojaba las piernas de nuevo y notaba como se corría, sus flujos empapaban el interior de sus muslos.
No pude evitar sacársela y volver a sujetarla con los brazos en cruz mientras me agachaba a colgarme de esa cueva que tan ricos sabores me había dado. Deslice mi lengua entre sus labios empapados mientras ella tenía que apoyar su vientre en mi para no caerse. Mi lengua la visitó por dentro arrancándole su miel mientras la oía gimoteando apoyada en mí, su coño parecía querer alejarse de mi lengua y en cuanto la notaba fuera, sus caderas giraban con fuerza regresando e intentando clavársela más adentro. No aguantó mucho y cuando lo noté con dos azotes en sus nalgas se corrió en mi cara y solo acertaba a decir "por favor, por favor ... métemela"

Le puse una pierna a cada lado y mientras volvía a entrar notaba cómo su coño se estremecía para recibirme, se colgó de mi cuello para poder coger fuerza y bailar sobre mí, su culo persiguió mariposas en el aire mientras su coño daba y quitaba presión sobre mi polla. Su mirada no se apartaba de mí y cuando note que no aguantaba más mordí su cuello mientras me vaciaba en su interior y sin acabar de escurrir ella volvía a correrse mientras alzaba sus piernas de un salto y las enrollaba en mi cintura como una serpiente.

Estuvimos abrazados y encajados hasta que alguien llamo a la puerta. Nos miramos en silencio mientras ella intentaba limpiarse con papel y se vestía y yo me acomodaba el bañador.

La miré a los ojos "Gracias nena eres fantástica", “Nos veremos de nuevo" no supe si era pregunta o afirmación. Besé sus labios y la sorbí despacito mientras acariciaba su culo y salía sin decir nada.

Volví a la arena y me senté a los cinco minutos apareció ella, deslumbrante como el sol, se tumbó junto a su marido y alcancé a verla suspirar antes de que se tumbara.

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

domingo, 13 de diciembre de 2009

Mi primer menage a trois

1 comentarios
En estos días dos personas me han preguntado sobre mi relación con las mujeres, y una si he tenido tríos sexuales, lo que los franceses llaman menage a trois. Y entonces decidí contarles esto… Aunque no sin antes advertirles sobre mi certificado de veracidad. Yo voy a contarles historias sobre penes enormes y mujeres voluptuosas, voy a contarles sobre relaciones sexuales que terminan en maravillosos orgasmos y hermosos chorros de semen. Pero también voy a contarles las historias tristes de la realidad humana, esas en las que el sexo funciona bien por partes, en las que el pene no es tan grande y uno termina llorando, en las que las mujeres son maravillosas pero también unas perras basuras, en las que los hombres hacen esfuerzos sobrehumanos para lograr satisfacernos y lo único que logran es un buen momento de voyerismo. Y esta es una de esas historias.

Dante era el tipo más insoportable de la facultad, se sentía todopoderoso, increíblemente inteligente y capaz de todo. Tenía una novia con la que no se entendía bien si estaba o si ya había terminado y tenía la capacidad de contar su lado de la historia de tal manera que tú no podías evitar ponerte del lado de la otra (claro que una vez la conocí y parecía la versión femenina de él, pero eso es otro asunto). Además era medio gordito, blanquiñoso sin gracia y con un movimiento nervioso en el cuerpo que a mí me reventaba.

Carmen era la chica rica de la facultad, nadie la tomaba realmente en serio y había tenido bastantes problemas por su facilidad para llegar a la cama con los chicos. A mí me tenía loca, porque realmente era la chica rica de la facultad. Era pequeñita y mestiza, su pelo era larguísimo y los rasgos de su cara eran simplemente perfectos. Ojos grandes, nariz delgada y fina y unos labios que si no gruesos bastante expresivos. Además era la mar de coquetería y coqueteaba conmigo sin reparos aún sabiendo que a mí me gustaban las chicas. Y, aunque la sintiera superficial y poco hábil para las relaciones estables, me provocaba esa fascinación que provocan las chicas que saben usar el sexo para su provecho personal.

Una noche, para el final de ciclo, Dante nos invitó a todos a su departamento, llevamos mucho trago y, aunque Carmen no paraba con nosotros, también fue. Dante también estaba embobado por ella, y aunque era obvio que jamás la tomaría en serio, moría por un buen polvo con ella. Carmen no tomaba alcohol, y suponiendo que no le haría daño tomar muy pero muy poquito, decidió comprarse un wine cooler. El wine cooler es uno de esos vinos que saben más a fruta que a vino y que tienen el contenido alcohólico de la cerveza. Y claro, el hecho de que el wine cooler pudiera ponerla tan borracha como un vaso de cerveza era algo que Carmen no sabía en lo absoluto. Del principio de esa noche, recuerdo casi nada; por ahí Carlitos se quitó los zapatos y todos gritaron al ver sus horribles pies de uñas largas, también recuerdo que jugamos cartas o algo y recuerdo que Quispe contaba alguna historia absurda sobre lo buen amante que era. Lo que sí recuerdo claramente son los ojos de Carmen torneando y mirándome frescamente, obvio efecto del alcohol. Yo, con mucho más trago en la cabeza y la certeza de que jamás me iba a ligar con ella, coqueteaba como un perfecto caballero, halagando su pelo, su gracia, sonriéndole y dándole besitos volados luego de cada trago de cerveza. Por otro lado, Dante, mucho más audaz, la tenía abrazada y le hacía caricias en el cuello “distraídamente” y también soltaba sus “piropos” diciéndole lo rica que estaba y otras cosas por el estilo. También él se dio cuenta de mis coqueteos con ella, así que propuso un trío de la manera más natural del mundo, pero todos nos reímos como si fuera la cosa más absurda.

En un momento me paré y pregunté dónde estaba el baño, Dante me dio direcciones y cuando me paraba para ir, Carmen se paró y dijo “voy contigo”. En el baño, orinamos una frente a la otra como dos amigas comunes y corrientes y cuando ella se lavaba las manos yo, más por curiosidad que por alguna intensión ulterior le pregunté ¿te atreverías a besar a una mujer?, Carmen sin responderme se me acercó, me plantó un besote enorme en la boca y luego con una sonrisa súper coqueta me dijo “creo que sí” y salió del baño.

Cuando salí del baño, estaba tan excitada que estaba dispuesta a todo, “Carmen, ¿por qué no te quedas a dormir en mi casa?”, le pregunté “Estas loca, Lucía, no puedo, ni siquiera puedo llevarte a mi casa, mi mamá me mata si cambio de planes a última hora” Yo no estaba dispuesta a posponer esto que estaba a punto de reventar dentro de mí y tampoco estaba para sutilezas así que me di cuenta de que sólo tenía una opción y era llevarme a Carmen a la cama de Dante. Así que me paré, me senté en las piernas de él y le dije, ¿querías un trío? Pues aquí lo tienes. Lo besé en la boca y luego jalé a Cármen y la besé a ella.

En menos de dos segundos nuestros amigos estaban fuera de la casa y nosotros en la cama de Dante. Él se recuperó de toda su desesperación en el cuerpo de Carmen y prácticamente se la metió sin preámbulos. Yo, mientras me desnudaba, los veía. Dante demostró ser tan mediocre en la cama como en el resto de sus relaciones personales. En menos de 15 minutos la había dado unas 5 veces y pretendía seguir, sentía que era una especie de perro superdotado que pretendía hacer de Carmen una perra sin gracia. En un momento se acercó a mí y me besó, yo le devolví el beso sin ganas y dejé que intentara metérmela. Estaba tan excitada de ver a Carmen desnuda y húmeda que Dante pudo entrar y tener sus dos minutos de placer. Lo dejé terminar casi sin inmutarme y mientras él se recuperaba, voltee mis ojos, mis manos y mi cuerpo a la mujer que me había traído loca por tanto tiempo. La cogí del cuello y ella entreabrió los labios para preparar su cuerpo para mi beso, pero yo no empecé por sus labios, le besé la cara, los ojos, me enredé en su pelo y luego fui lentamente por su mejilla hasta que por fin me encontré con esos labios que hablaban como ojos mientras miraba a esos ojos cerrados, que tantas veces me habían hablado como brazos abiertos.

Luego nada importó, Dante satisfecho con el trofeo de haber estado en un trío se sentó a un extremo de la cama a observarnos y yo me hice del primer cuerpo femenino que se abría completamente a mí. Nada me iba a quitar el placer de disfrutarla. Bajé lentamente con mi lengua por su pecho hasta llegar a sus tetas, redondas y fuertes pero de una textura suave que yo no había sentido jamás en un hombre. Me inundé de su leche imaginaria, mamando de ella mientras la sentía retorcerse y gemir como loca. Jugué con mi lengua en su pezón, suavemente, pero moviendo la lengua para que sintiera esa ligera punzada que yo sé que se siente cuando manipulan ese botoncito. En un momento estaba tan ensimismada en su belleza que apoyé mi cabeza en su pecho solo para olerlo. Luego empecé a bajar para hundirme en su pubis, olía su cintura fina y aterciopelada y me disponía a bajar cuando sentí su resistencia. Carmen me cogió de los hombros y me echó a la cama mientras ella hacía lo suyo. Ella fue directamente a mi pubis, sentí su nariz paseándose y luego su lengua haciendo su trabajo. Me sorprendía de su habilidad, sentía que alrededor de mi clítoris ella jugaba a sus anchas, iba alrededor de él y luego bajaba con la nariz hasta la puerta de mi vagina. Sentí su lengua tratando de entrar a mi agujero imponiendo presión. Yo gemía de desesperación, y aunque Dante había sido un desastre, la mirada fija de él en nosotras me excitaba todavía más. Había una parte de mí que deseaba estar a solas con ella y había otra parte que se sentía estimulada por la mirada fija de un hombre que yo detestaba y que, sabía, se estaba masturbando mientras nos miraba.

No esperen que les hable de dildos o de penetraciones con objetos, esa noche Carmen tuvo mi cuerpo para enredarse en él y yo el suyo, sus piernas y las mías se entrelazaron y mientras con la mía yo rozaba su pubis, ella hacía lo mismo con el mío. Nos frotábamos como animalitos y gritábamos como locas. Nuestros movimientos se hicieron más fuertes y más rápidos. Yo sentía sus tetas contra las mías y mi pubis contra el suyo, también sentí sus manos en mi trasero apretando mis glúteos y apartándolos como si buscaran apoderarse de mí, yo por mi parte abrazaba su espalda apretándome contra ella como si con un pene invisible la pudiera penetrar. Llegamos al orgasmo juntas, o al menos así lo recuerdo, y luego nos abrazamos más y nos seguimos tocando y besando. Yo no lo imaginé unos minutos atrás, pero ese día Carmen y yo nos hicimos novias. Así que, supongo que debo decir que esto fue sólo el principio de una historia.




Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

jueves, 10 de diciembre de 2009

Sometiendo a Ana, segunda parte

4 comentarios
Miré como Ana se alejaba hacia la puerta. La minifalda apenas le cubría las nalgas, realzadas por las plataformas de 17 centímetros. Con cada paso que daba el diminuto tanga se alcanzaba a ver y una parte del plug que llenaba su culito. Sus muslos brillaban, mojados por la excitación que llevaba sintiendo toda la tarde. El delantal dejaba su espalda desnuda y el collar que acababa de ponerle le sentaba de maravilla. Se me puso dura cuando, con pasos tímidos llegó a la puerta.  Mientras giraba el pomo aumenté la velocidad del vibrador que llevaba dentro del coño.

Cuando abrió se encontró con Pedro, un chico de unos 30 años. Moreno, alto y el típico cachas. Lo había conocido en el gimnasio, al igual que al resto de mis compañeros de póker. Ana no los conocía ni ellos a ella, lo que me animó a invitarlos diciéndoles que tendrían una sorpresa, sin darles más detalles.

La cara de Pedro era de shock. Se quedó parado unos segundos, comiéndose a Ana con la mirada de arriba a abajo sin entrar. Me acerqué y le dije:

“Pasa Pedro, esta es mi esclava que nos atenderá esta noche mientras jugamos”, dije mientras Ana estaba con la cara roja por la vergüenza que estaba pasando.

Pedro entró a casa y yo apagué el vibrador para dejar que mi novia se repusiera un poco. Le ordené que guiara a nuestro invitado al salón para ponerse cómodo. Mientras iba delante, Pedro no paraba de mirarle el culo y se notaba un bulto en su pantalón. Se sentó en el sofa y Ana se quedó de pie, sin saber muy bien que hacer.

“La putita está aquí para servirnos en lo que queramos”, dije poniéndome detras de Ana y dándole un azote seco en el coño mientras encendí el vibrador. “Si quieres puedes examinarla en lo que llegan los demás, pero no la desvistas que quiero que todos se lleven la misma sorpresa que tu”.
Pedro rió y yo cogí una correa de perro y se la ajusté al collar. Pedro se puso de pie y tiró de la correa hacia el. Ana, desacostumbrada a los tacones, casi se cayó pero él la cogió entre sus brazos, aprovechando para tocar sus tetas y magrear su cuerpo.

“Levantate la falda, putita. Enséñale a nuestro invitado como estás de llena hoy. Dile lo cachonda que estás”

Ana me miró con una especie de odio y lujuria, Vio, en el rabillo del ojo, la cámara que grababa todo y pensó que no tenía mucha opción así que hizo lo que le ordené. Pedro empezó a meterle mano y sonrió cuando sintió la base del plug.

“¿De donde sacaste a esta guarra?”, preguntó mientras metía y sacaba el plug y le tocaba el clítoris por encima del tanga.

“Esta zorra es una pija que nunca pensó en hacer esto, pero ya ves, se pone un poco cachonda y mira en lo que se transforma. ¿Verdad putita? Dile a nuestro invitado lo que eres”, dije azotándole el coño.

Antes de que pudiera responder sonó el timbre otra vez. Ana comenzó a caminar a la puerta pero le ordené parar. “Ponte a 4 patas, perrita, que Pedro te lleve”. Encendí una vez más el vibrador, lo que causó que sus rodillas se doblaran pues no se lo esperaba. Pedro aprovechó para tirar de la correa y rápidamente Ana estaba a 4 patas.

Pedro tiró de ella hacia la puerta y Ana lo siguió obediente. El panorama de mi novia totalmente sometida, cuando horas antes se cabreó porque la llame zorra, era espectacular. Pedro abrió la puerta y esta vez estaban José y Rubén, los dos que faltaban. Primero entró José, hablando sobre cómo pensaba quitarnos la pasta esa noche y se fue directo al salón, sin siquiera notar la presencia de Ana que se había puesto detrás de Pedro, supongo que para evitar que la vieran desde el pasillo. Rubén sí que la vio y se quedó parado unos segundos, mientras Pedro tiraba de la cuerda para exhibirla. Después de unos segundos dijo: “bonita mascota” y sin mediar palabra se bajó la bragueta y comenzó a golpear la cara de Ana con su polla que se fue poniendo dura. Yo aproveché para aumentar la potencia del vibrador al máximo, lo que produjo un grito en Ana que inmediatamente después empezó a buscar la verga con la boca. Rubén aprovechó para metérsela y follar su boca unos segundos tirándola del pelo.

“Está buena la perra”, dijo Rubén, “se ve que le gusta”. Sacó polla de la boca de Ana y se la guardó en el pantalón. Pedro tiró de la correa hasta el salón y al llegar le dijo: “Ponte de pie putita para que te vean”. Ana obedeció y seis manos comenzaron a recorrer todo su cuerpo, tirando sus pezones, dándole nalgadas y metiendo los dedos en su raja descaradamente. Rápidamente perdió el delantal y mientras Rubén pellizcaba y tiraba de sus pezones, José empezó a meter y sacar el plug. Ana sólo gemía y jadeaba como perra en celo.


“No excitéis mucho a la zorra”, anuncié mientras apagaba el vibrador, “que lleva toda la tarde esperando correrse y vamos a asegurarnos de que nos atienda bien antes de dejar que tenga placer”.  “Antes de que llegaran”, recordó Pedro, “esta guarrilla estaba a punto de decirnos algo”. La azotó en el culo y le dijo: “anda, dínoslo”.

Ana recorrió la habitación con los ojos, mirándonos a todos fijamente mientras se mordía el labio. Finalmente dijo: “Seré vuestra zorra esta noche, haré todo lo que me digáis. Pero por favor folladme y usadme como os plazca. Quiero ser vuestra putita”.

“Pues entonces por qué no nos sentamos a jugar y dentro de un rato la usamos, no se vaya a cansar”, dijo Pedro riendo mientras se acomodaba en la mesa. Los demás le seguimos, poco a poco, dejando a Ana jadeando junto al sofá sin percatarse de que nos alejábamos y de que nadie estimulaba su cuerpo. Supongo que habría estado a punto de correrse pero que el estímulo no fue suficiente.

Nos sentamos en una mesa de cristal redonda, mientras Ana seguía junto al sofá, perdida en las sensaciones así que le grité: “Putita, deja de tocarte y ven con los invitados a ofrecerles algo de beber”. Ana se acercó y se paró entre José y Rubén mientras todos le fuimos diciendo lo que queríamos beber. Verla en tetas y con una minifalda frente a cuatro tipos que no paraban de meterle mano era sin duda lo más excitante que había visto hasta ahora. La pobre se fue a la cocina zigzagueando y comenzamos a repartir cartas.


Tras varias partidas Ana volvió con una bandeja con nuestras bebidas. Cuando la vi acercándose, encendí el vibrador al máximo y comencé a verla haciendo malabarismos con la bandeja hasta que tropezó a causa de los tacones y se cayó todo al suelo.

“Zorra estúpida”, le grité. Ven aquí a recibir tu castigo. Ana me miró a lo lejos y se acercó cabizbaja a la mesa mientras todos la observaban expectantes. “Ve con Rubén y pídele que te de diez azotes como castigo”.

Ana caminó hacia él y Rubén le ordenó que cogiera sus tobillos y se subiera la falda. Ana hizo lo que le ordenaba ese extraño y pronto todos podíamos ver su espléndido culo con la base del plug sobresaliendo. El tanga brillaba de lo empapado que estaba mientras Rubén se quitó el cinturón y soltó el primer azote en las nalgas de Ana que gritó, una mezcla de pero a la vez un jadeo.

“Gracias”, dijo Ana cuando sintió el primer impacto. Rubén continuó azotándola, cada vez con más fuerza, y Ana agradeció cada uno de los azotes a pesar de que nadie se lo había ordenado. Cuando terminó su culo quedó rojo con las marcas del cinturón. Rubén le ordenó que se incorporara y vimos lágrimas en sus ojos pero a la vez una mirada de lujuria que nunca había visto.

“Ahora ve a limpiar el desorden que hiciste, putita, y trae nuestros tragos”, le ordené mientras repartía las cartas. Tuvimos unos 15 minutos para jugar sin distracciones. Vi a Ana acercándose pero esta vez no traía la bandeja, sino solo una copa. Encendí el vibrador pero esta vez lo esperaba así que aunque se balanceó un poco no tiró nada. Lo dejó en el sitio y tras 3 interminables viajes de ida y vuelta a la cocina, Ana cumplió su misión y se paró junto a la mesa, distrayendo nuestra atención de la partida. “Ponte a 4 patas, putita”, le ordené “y ve con Rubén a terminar lo que empezaste en la puerta”.

Encendí el vibrador a lo más bajo y Ana empezó a gatear hacia él. Se puso frente a sus piernas, debajo de la mesa, y le bajó la bragueta. Los demás podíamos ver todo a través del cristal de la mesa. Aunque seguíamos jugando, todos estábamos más pendientes de lo que hacía Ana que empezaba a lamer el pene de Rubén de arriba a abajo mientras lo cogía con una mano. Rubén volvió a golpear su pene contra el rostro de Ana, dejándolo bastante mojado. Después cogió a Ana del pelo y le metió toda la polla en la boca. Era muy grande para ella que empezó a protestar y a tener arcadas pero a Rubén le importó poco y empezó a usarla como si fuera un coño. El maquillaje de Ana se corrió y su cara estaba llena de su propia saliva. Después de unos cinco minutos en los que paró la partida, Rubén le ordenó que lo pajeara y poco después se corrió en toda su cara. Por segunda vez en su vida, y todo el mismo día.

Ana salió de debajo de la mesa para ir hacia el baño pero la detuve del brazo. “¿Dónde crees que vas putita? ¿Y los demás qué?”

Ana me miró desafiante pero se dirigió a Pedro y con voz de niña la preguntó: “¿Me dejarías comerte la polla?” Pedro no dudó en decir que sí y se bajó la bragueta mientras Ana, a 4 patas, gateaba debajo de la mesa hasta ponerse frente a el. Empezó a lamerle los huevos , metiéndoselos en la boca, mientras Pedro la animaba diciéndole lo puta que era y que cómo se notaba que le gustaba comer pollas. Ana seguía a lo suyo, subiendo poco a poco con la lengua, entreteniéndose en el glande mientras lo pajeaba con la mano. A estas alturas nadie prestaba atención a la partida. José, incluso, metía y sacaba el plug y los jadeos de ella se distinguían a pesar de la polla en su boca. Después de unos minutos así, Pedro explotó y Ana lo tragó todo, sin derramar una gota…

“Mmmmmm, qué rico”, teatralizó Ana. Sin que nadie le dijera gateó hasta José, le bajó la bragueta y comenzó a mamársela otra vez. Cuando intentaba metérsela en la boca, José cogía su polla con la mano y le daba golpes en la cara, esparciendo la lefa que tenía de las corridas previas mezclada con su saliva. Estaba echa un asco, pero nunca la había visto tan sexy. Yo, mientras tanto, cambiaba la intensidad del vibrador… José sin decir palabra se puso de pie y empezó a pajearse hasta que se corrió sobre la mesa. Después cogió a Ana del pelo, la puso de pie y acercó su cara a la mesa: “Límpialo putita, sabemos que te gusta”.

“Si amo”, respondió y comenzó a limpiar la mesa mientras José le metía los dedos en el coño. Cuando lo dejó todo limpio se dirigió a mi.

“Ponte de rodillas y metete mi polla en la boca putita y no hagas nada más. Quiero probar si me traes suerte en el juego, así que no me distraigas”, le ordené. Ana se puso a 4 patas caminó hasta estar entre mis piernas y se metió la verga en la boca. La sensación fue incredible, tenía un calentón tremendo de ver como se había comportado hasta ahora.


Tuve asi a Ana como 45 minutos, mientras jugábamos a las cartas y empezaba a tener una buena racha. Pasado ese tiempo, estaba cada vez más caliente, me costaba mucho concentrarme y mi suerte empezó a cambiar. Los demás, respuestos ya de sus corridas, comenzaban a mirar cada vez más la boca de Ana inmovilizada sobre mi polla.

“Sal de ahí abajo, putita”, le dije a Ana tirando de la correa que todavía llevaba, “Ponte de pie junto a mi, guarra, y cogete los tobillos”.

Ana obedeció sin rechistar. Llevaba más de 8 horas siendo estimulada y se notaba que lo único que le interesaba a estas alturas era correrse. Cuando tuve su culo frente a mí le quité el tanga y se lo metí en la boca. Después quité el plug que llenaba su culito. Tenía el ano totalmente dilatado.

“Señores, yo me retiro un rato de las cartas para follar por el culo a esta zorra. Aunque la vean así de guarra ese agujero es virgen. Hasta esta noche ni siquiera me había dejado correrme en su boca. Pero ya ven lo puta que en realidad es mi novia. Si alguno de ustedes quiere usar algun otro de sus agujeros, adelante”. Dicho esto le escupí en el ojete y metí un dedo para lubricar bien. Mi polla estaba empapada y durísima de haber estado en la boquita de Ana así que sin mediar palabra se la metí de un solo golpe.


Ana pegó un alarido, ahogado por las bragas que tenía en la boca. Tiré de su pelo y lo empecé a usar para coger impulso mientras embestía su culo. Los demás sólo miraban aunque después de unos minutos así, Rubén decidió pellizcar sus pezones mientras Pedro le comía el coño. Yo bombeaba cada vez con más fuerza y Ana se corrió por primera vez esa tarde. Además del alarido que soltó, todos nos dimos cuenta de lo que estaba pasando porque la muy zorra eyaculó, tirando un chorro de flujo sobre el parqué. Algo que nunca había hecho antes.

Al verlo no pude aguantar más y tuve una de las corridas más intensas que recuerdo, llenando su culo de leche. Cuando me recuperé saqué la polla de su culo y me puse frente a ella. Ana sabía lo que tenía que hacer y se la metió a la boca hasta que la dejó totalmente limpia.

“Le voy a follar el coño”, dijo José, “A ver que tan mojada está esta puta”. Se sentó en el sofá mientras Ana se hincó frente a él dejando sus tetas para que pudiera tirar de ellas. Mientras la follaba le ordenó que se inclinara hacia él y que se separara las nalgas. Ella sabía lo que venía.

“Siempre he fantaseado con una doble penetración”, gritó mientras José taladraba su coño.

Yo, mientras tanto, estaba en otro sofá fumando un pitillo y tomando fotos y vídeo del momento. Rubén se puso detrás de ella y la empezó a penetrar el culo. Cuando estuvo llena ambos comenzaron un vaivén mientras ella no paraba de jadear y de pedir más. Se corrió una vez más mientras la follaban así y Pedro aprovechó para acercarse a su boca y que se la mamara.

Ana estuvo así un buen rato, siendo usada como un trozo de carne por los tres chicos y se corrió al menos tres veces más. Rubén le ordenó ponerse de rodillas. Ana lo hizo y éste comenzó a masturbarse en su cara hasta que se corrió. Los demás lo imitaron y poco tiempo después Ana estaba con semen de la cabeza a los pies. Se veía exhausta, pero feliz. Los chicos se vistieron y les pedí que se marcharan. Cuando estuve solo con Ana le di un beso y le pregunté:

“¿Te gustó?” “Me encantó. Me da vergüenza decirlo pero nunca imaginé hacer algo así y la verdad es que me encantó. Nunca había disfrutado tanto.

La miré con ternura y la besé, probando la leche de los hombres que la habían usado esa tarde. Después le dije al oído:

“Todavía no he usado tu coño y estoy cansado así que móntame, putita” Ana me miró, me besó de nuevo y me susurró al oído: “¿Podemos ver el video de esta tarde mientras me follas?”


Autor: Amo123


Chicas para ti .....

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Toda una selección femenina de vóley para mí

0 comentarios
Ayer se vio vóley en la tele peruana. Jugó el equipo de menores contra el equipo de juveniles, toda una tira de niñitas jovencitas saltando y golpeando los pies contra el suelo, las manos contra la pelota y dando saltos por todos lados. Yo estaba súper cansada y en medio del segundo tiempo me quedé dormida. A las 3 de la mañana desperté mojada, agitada y con la tele prendida. A qué no saben qué soñé.

Estaba en el vestidor de las chicas, no eran las de verdad, pero todas estaban con uniforme de vóley. Sólo que este uniforme era más chiquito, dibujaba más sus tetas y el short era tan chico que podía ver la línea que separaba sus traseros de sus piernas. Estaban entrando mientras reían y conversaban, parecía que estaban contentas, que habían ganado. Llegaron y mientras se quitaban la ropa empezaron a abrazarse y a besarse, primero parecía una cosa muy amistosa, pero luego me di cuenta de que sus manos furtivamente iban tocándose, primero como quien no quiere la cosa y luego con frescura, como si quisieran comerse.

Yo, al principio no entendía qué hacía ahí, pero luego lo comprendí, yo era la entrenadora, yo era “doña Bárbara” (es un apodo que le han puesto a la entrenadora de juveniles porque es bastante salvaje para llamarles la atención). Sentí una rabia desde adentro y empecé a regañarles “¿Qué mierda están haciendo?, ¿acaso creen que porque ganan un partidito van a tener esas libertades? Si van a hacer cochinadas, las van a hacer en orden” Entonces todas las chicas se pusieron en fila y empezaron a quitarse la ropa. Se veían incluso mejor sin ropa que con esos shorts apretaditos. Sus cuerpos estaban moldeados por los ejercicios y por la alimentación balanceada de la federación.

Después de quedar desnudas, se pusieron en firmes, mirándome fijamente, con los pechos subiendo y bajando por la agitación y angustiadas por lo que yo pudiera decirles: “ahora, grupos de tres, ustedes 69, ustedes tres traen al muchacho de siempre y ustedes tres… se encargan de mí”

Si, en ese instante las primeras tres se pusieron en triangulo, cada boca en el clítoris de otra y pude ver por unos segundos como mientras sus bocas jugueteaban con esos jugos que la otra derramaba las manos iban a jugar entre traseros y tetas. El siguiente grupo ya venía con un muchacho de no más de 20 años, que era prácticamente arrastrado. Él, no ponía resistencia pero tampoco se le veía demasiado aturdido. Lo desnudaron y, mientras una se dedicaba a su pene, la otra le ponía el pubis en la boca y la tercera se encargaba que las dos tuvieran excitación extra, lamiendo tetas y traseros y disfrutando del espectáculo de manera parcialmente activa. El tercer grupo esperaba a que yo terminara de observar a las otras y revisar que hicieran un buen trabajo. Estaban paradas esperándome. Yo me paré entre ellas y sin dudarlo, como si ya estuvieran entrenadas, me fueron desnudando poco a poco. Mientras una bajaba mi buzo, la otra me quitaba la casaca y la otra, los zapatos. Luego, pasó lo mismo con mi ropa interior, quedé completamente desnuda en medio de tres cuerpos alucinantes que, era obvio, se desvivían por contentarme. Entonces empecé a sentir sus cuerpos en el mío, era como si todo mi cuerpo tuviera una piel qué tocar. Una de ellas me besaba el cuello y las tetas, la otra disfrutaba de mi clítoris y la última se encargaba de mi trasero. Mientras sentía la lengua de una jugando con mis pezones, también sentía los labios de la otra mordiendo suavemente mi clítoris y los dedos humedecidos de la tercera jugando a entrar y salir de mi ano. De repente sonó un timbre y como por arte de magia, todas cambiaron de lugar, las que estaban en 69 fueron a ver al muchacho, las que estaban conmigo fueron al 69 y el tercer grupo vino conmigo. Pero esta vez me encargué de meter mi cabeza entre dos tetas enormes, disfrutar de unos pezones duros y calientes mientras las otras dos se encargaban de frotar su cuerpo contra el mío y hacer que yo sienta sus piernas entre las mías. Así, antes de que llegaran las últimas tres, llegué al orgasmo y desperté. Pero aún despierta seguía estando excitada, y con las imágenes que todavía tenía en mi mente de todas esas mujeres perfectas dando vueltas alrededor de mí haciéndome gozar bajo mis órdenes marciales, metí mis dedos (que con la excitación fueron tres y luego cuatro) a mi vagina y empecé a frotarme fuertemente. Y lo terrible es que ahí estaba Anita de nuevo, con ese olor fuerte de su cuerpo contra el mío, esa habilidad para poseerme, esa fuerza con la que reventó dentro de mí. Y ahí la vi, hermosa y caucásica, pálida y con los labios inflamados de emoción, vestida de rojo y blanco con un uniforme increíblemente pequeño para su cuerpo, frotándose contra mí para llegar juntas a mi segundo orgasmo. Creo que hoy la llamaré, desde eso que pasó no puedo dejar de pensar en mujeres, y cada mujer que veo en la calle, se convierte en Anita.


Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

martes, 8 de diciembre de 2009

Sometiendo a Ana

1 comentarios
Ayer alguien tomó una de mis historias y la publicó en su página, no pude evitar revisarla y me encontré con esta historia que me excitó desde el principio.

Cogí su mano derecha y la até a la cabeza de la cama. Día un paso atrás para apreciar mi obra. Sus piernas, totalmente abiertas estaban atadas a las patas de la cama y dejaban su coño abierto a cualquiera mientras que sus brazos quedaban uno a cada lado. Mi dulce novia, Ana, no podía moverse. No sabía nada pero en las próximas horas se iba a transformar en una zorra insaciable.

Ana tenía 23 años. Morena, alta, de pelo negro ondulado que le llega por encima de los hombros. Tiene algunos kilitos de más que no me importan pues tiene unas tetas impresionantes, con unos pezones pequeños pero que se ponían duros a la mínima provocación. A pesar de ese cuerpo vestía conservadoramente, nunca se ponía falda y rara vez llevaba escote. Nos conocimos en una de las clases de la universidad discutiendo. Su carácter fuerte, siempre peleando con alguien y llevando la contraria, me atrajeron al instante. Al salir de clase seguimos discutiendo y la invité a salir. Esa misma noche follamos. Resultó conservadora en eso y me parecía raro. Si la pasión que ponía por discutir la dedicaba a follar podríamos pasarla muy bien. Salimos durante un año, en los que nuestra vida sexual estaba bien pero yo sentía que podría mejorar mucho. Le pedí que se depilase todo el vello del coño y me dijo que no, soltando antes un discurso sobre el feminismo al que no le presté mucha atención.

El sexo anal tampoco quería probarlo. Aunque me la mamaba de vez en cuando, nunca me dejó correrme en su boca. Una vez la convencí de ver una porno y se la pasó hablando, bajándome de inmediato el calentón. Un día le propuse atarla y me dijo que no, aunque no con la misma convicción que otras veces. Pensé que si le insistía podía llegar a convencerla así que estuve dos semanas insistiendo en lo mismo hasta que, finalmente, accedió. No lo podía creer, así que antes de que cambiara de opinión le pedí que se quitara los pantalones y que se tumbara en la cama. Lo hizo con un suspiro de por medio. Cogí un par de cuerdas y la até lo más fuerte que pude, dejando bien separadas sus extremidades. Ahora estaba frente a mí con un diminuto tanga naranja y un jersey de cuello alto.

Le vendé los ojos y cogí una pluma que comencé a pasar muy lento por sus pies. Le hacía cosquillas, pero fui subiendo poco a poco por sus piernas, poniendo especial atención en los muslos y evitando acercarme demasiado al tanga. Para que accediese a lo que tenía en mente tenía que hacerlo muy lento. Me entretuve en las piernas un buen rato, subiendo y bajando y acercándome cada vez más a su zona íntima pero sin estimularla mucho rato. Mi intención era ponerla más cachonda que nunca para ver si así sacaba a la puta que, suponía, llevaba dentro. Por los gemidos note que no estaba mal encaminado. Así que dejé la pluma y empecé a besar sus piernas de la misma forma, subiendo y bajando. Cada vez que me acercaba a su coño percibía el olor de su sexo. Cuando acercaba mi boca, Ana intentaba mover la cadera pero era inútil, las cuerdas la tenían bien sujeta. De vez en cuando simulaba no darme cuenta y dejaba la mano encima de su pubis unos instantes mientras ella intentaba moverse.

Me acerqué a su oído y le susurré:

-“Hoy vas a ser mi putita” Ana gimió un poco pero me dijo: -“Ni se te ocurra empezar con eso que ya sabes que no me gusta nada”. Una vez la llamé zorra mientras follábamos y se paró para darme una bofetada. Hoy no tenía esa opción. -“¿Ah si? ¿Y qué vas a hacer para evitarlo zorra?”, le pregunté. -“Te vas a enterar cuando me desates, capullo”, respondió.

Salí de la habitación y volví con una cámara en la mano. Ana seguía hablando…

-“Es más, esto no me gusta. Quiero que me desates ya”, dijo. Los ojos tapados le impedían ver que estaba siendo enfocada por el lente de la cámara. -“Para asegurarme que te vas a portar bien voy a hacer esto, putita…” y antes de que protestara tomé la primera foto. Ana se quedó muda pensando si en verdad había escuchado el click de una cámara. -“¿Estás tomando fotos?”, gritó molesta. -“Si, y como no te comportes el resto de la tarde irán a parar a internet”, respondí y le bajé la venda de los ojos. Me lanzó una mirada de odio y aproveché para tomarle otra foto. -“Así sin la venda no habrá duda de que eres tú” y se la volví a poner. Tomé unas fotos más.

Ana siguió protestando y yo, ignorándola, cogí unas tijeras y me preparé para cortar el jersey. En cuanto sintió el metal contra su vientre se quedó callada.

-“¿Qué haces? ¿Qué es eso?” preguntó asustada, intentando ver a través de la venda. -“Demostrarte que estás equivocada y que a pesar de lo que digas ahora vas a terminar rogando ser mi putita y harás todo lo que te ordene”. Terminé de cortar el jersey y Ana no paró de insultarme. Respondí quitándole la venda y sacando otra foto para el álbum, en sujetador.
Después puse las tijeras en sus bragas y las corté por en medio, asegurándome de que el frío del metal tocase, un segundo, su raja. Su pequeño tanga estaba empapado. Lo cogí y se lo puse en la cara para que lo oliera, mientras seguí sacándole fotos.

-“Ya ves guarrilla, tu mente dice una cosa pero tu coño otra muy distinta” y antes de que respondiera la di un azote con la mano abierta en el coño.

Ella gimió y volvió a protestar pero para callarla froté su clítoris unos segundos con mi dedo y casi al instante cogí el tanga y se lo metí en la boca:

-“Así ya no te vas a poder quejar, zorra”. Con las tijeras recorté el sujetador por la parte de enfrente y saqué varias fotos más. Cuando terminé le volví a poner la venda. Por fin la tenía totalmente desnuda y a mi merced. Sus pezones estaban duros y comencé a pellizcarlos y jalarlos.

-“He puesto una cámara de video para grabar todo así que ya sabes que pasará si no obedeces, solo esta tarde”. Miré su sexo, lleno de vello y con las tijeras comencé a recortarlo.-“Una putita como tu debe de llevar el coño sin pelos, para que sea más fácil acceder a él y usarla como se merece”, le dije mientras seguía recortando. Ana ya no protestaba. De vez en cuando ponía el frío metal de las tijeras en su clítoris unos segundos para excitarla y otras, aprovechando que no podía moverse, la sobaba con los dedos, asegurándome que disfrutase de su depilación. Estaba empapada. Cuando no se podía recortar más con las tijeras fui al baño por una cuchilla y crema de afeitar. La esparcí en su pubis y comencé a rasurarla con mucho cuidado. Cuando tenía que afeitar en torno a los labios le metía un dedo hasta el fondo y tiraba su piel con el pulgar mientras pasaba la cuchilla con la otra mano. Ana chorreaba, literalmente. Había dejado de quejarse hacía rato y solo gemía mientras intentaba mover su pelvis al ritmo de mi mano. De vez en cuando le daba un azote con la mano abierta que, lejos de dolerle, parecían excitarla más.

Terminé de rasurarla y entonces le puse crema, para que quedara suave y no le picara. Le seguí frotando el clítoris y metiéndole un poco los dedos pero asegurándome que no se fuera a correr. A estas alturas yo tenía la polla a punto de reventar así que me acerqué a su oído mientras metía el dedo medio en su coño y con el pulgar frotaba su clítoris. Con la otra mano le quité el tanga de la boca y le pregunté.

-“¿Te quieres correr zorra?”. -“Si, estoy muy cachonda”, respondió Ana jadeando. A estas alturas estaba con la cara roja y le importaba poco como la llamase. -“Pues falta para eso guarrilla. Vas a tener que rogar mucho el día de hoy para que te deje correr. Hoy estás aquí para darme placer que yo te use como quiera así que no protestes porque estás empapada como una perra” le dije, mientras seguía follándola con los dedos. Sus jadeos se hacían irregulares, noté que estaba a punto de correrse. Paré y saqué la mano y le di un azote.

-“Primero me vas a dar placer a mí”, le dije, mientras acercaba mis dedos chorreantes de sus jugos a su boca y le hacía chuparlos. Mientras tanto me bajé los pantalones y calzoncillos. Mi polla estaba durísima y enseguida la metí en su boca. Ella empezó a lamer y yo la cogí del pelo con ambas manos y comencé a follar su boca. Saqué mi polla y me puse en posición para hacer un 69.

-“Lámeme los huevos y el culo zorra”, le ordené y yo comencé a hacer lo mismo con su raja, empapada. También lamía su apretado culito, que nunca había follado. Cogí el tanga y lo metí en su coño. Noté que Ana estaba cada vez más cerca del orgasmo así que paré. Tenía un plan para el día de hoy y para ello era fundamental no dejarla correrse hasta dentro de un largo rato. Volví a meter mi polla en su boca y a usarla como si fuera un coño. Después de muy poco tiempo estaba a punto de estallar. Saqué la verga de su boca y comencé a masturbarme hasta que exploté, llenando de leche su cara y pelo. Nunca me había dejado hacerlo y hoy no estaba para pedir permiso. Quedó hecha un asco pero todavía muy excitada. No la limpié y, sin decir palabra, me levanté. Me fui a duchar y a cambiar y al poco tiempo fui a la cocina. Abrí la nevera y cogí un pepino. A pesar de mi insistencia Ana nunca quiso tener juguetes. Eso cambiaría hoy también, aunque tendría que salir a comprarlos y, por lo pronto, el pepino bastaría para dejarla caliente el rato que estaba fuera. Volví a la habitación y le puse un condón al pepino y se lo metí poco a poco en el coño. Ana comenzó a jadear hasta que lo tuvo dentro.

-“Nos vemos dentro de un rato zorrita, no te vayas lejos” y antes de que respondiera estaba cerrando la puerta de la calle…

Lo primero que hice fue pasar a un bar a tomar algo y hacer algunas llamadas para la siguiente parte de mi plan. Después fui a un sex shop donde pasé largo rato eligiendo qué comprar. Al final me decidí por un plug anal, un huevo vibrador con mando a distancia y un vibrador. También compré unas pinzas para los pezones, un collar ajustado para el cuello con una anilla y un disfraz de asistenta de limpieza que consistía en un tanga negro de hilo dental, unas medias de rejilla, una falda negra muy corta que apenas le cubría las nalgas y abierta por ambas piernas y un pequeño delantal blanco que cubría sus pechos pero la tela era casi transparente.

Al salir del sex shop fui a una zapatería para completar su nuevo atuendo con unos tacones de plataforma de 16 cm negros  y volví a casa. Habían pasado dos horas desde que me fui, volvía a tenerla dura pensando en como encontraría a Ana. De camino paré en una farmacia por un enema. En cuanto abrí la puerta olí sexo en el ambiente. Fui a la habitación y escuché jadeos.

-“Hola Putita, ¿Te has podido correr?”, le pregunté. -“No”, respondió Ana con un largo jadeo. “necesito correrme por favor”. -“Ana, para que te deje correr tendrás que pedirme que te deje ser mi esclava sexual durante las próximas 24 horas. Obedecer en todo lo que te diga y te aseguro que descubrirás una parte de ti que no conocías y que te hará disfrutar del sexo como nunca antes”. Cogí el pepino, que se había salido casi completamente desde que me fui y lo empujé un poco.

Ana comenzó a jadear, dejándose llevar por las sensaciones que le producía el que la estuviese follando de esa forma tan obscena. -“¿Qué me dices? ¿Vas a ser mi putita?”, le pregunté. -“Si, haré lo que quieras pero por favor necesito correrme”.

Saqué el pepino de golpe y la miré serio. -“La cosa es, Ana, que si te dejo correr y te desato se que luego te negarás a ser mi esclavita, y eso no puede ser, ¿no crees?” -“Te lo prometo, haré lo que me digas pero deja que me corra” me dijo molesta pues se notaba vacía.-“Si te niegas a hacer lo que te digo ahora que te desate, estas fotos y este video van a ser muy populares en Internet, así que ya sabes”.-“Si por favor”, respondió ella. -“Una cosa más. Si te quieres correr empieza a rogar putita”.

Ana me miró con ojos de odio pero con una lujuria que no había visto antes en ella. Lentamente repitió: “Quiero que seas mi amo, quiero ser tu zorra esta noche y que me uses como te plazca”.

Comencé a desatarla y cuando estuvo suelta le prohibí que se tocara y le dije que fuera al baño. Cuando se puso de pie pude ver que tenía los muslos y todo el culo empapados de sus flujos. En el baño le ordené que se cogiera los tobillos de forma que su culito quedaba bien expuesto. Sin mediar palabra cogí el enema que había comprado y le metí todo el líquido y puse el tapón. Ana simplemente gimió, no le desagradaba a pesar de que nunca me había dejado acercarme a su culito. Abrí la ducha y la bañé bien, poniendo especial énfasis en su coño y en sus enormes tetas. A ratos le metía un dedo en el coño y comenzaba a masturbarla hasta que notaba que se estaba poniendo demasiado caliente y entonces paraba. Pobre Ana, llevaba ya 4 horas sin poder correrse y siendo estimulada como nunca antes.

Salimos de la ducha y Ana iba por la toalla le dije que parara, que quería que fuera al balcón a ponerse al sol hasta que se secara. Me miró con incredulidad, nuestro balcón daba a una de las calles poco concurrida de la ciudad pero por la que pasaba gente y sobre todo a esa hora. Le recordé a Ana de las fotos antes de que protestara y salió rápido a la ventana. Me dijo que le diera un segundo para mear y quitarse el enema pero le dije que se fuera inmediatamente. La dejé ahí unos 15 minutos durante los cuales un par de chicos la vieron y comenzaron a gritarle cosas y un indigente se quedó mirándola mientras se hacía una paja. Salí al balcón con una cubeta y la puse en el suelo. Empecé a tocar a Ana, que a pesar de sus quejas gozaba como puta. Le ordené, mientras azotaba su coño, que meara en la cubeta. Me miró con una pasión que nunca había visto y empezó a mear en la cubeta. Después, le dije que se quitara el enema en la cubeta, cuando el indigente había terminado de pajearse.  Cuando entró estaba empapada y con los pezones durísimos.

-“Tienes cinco minutos para ducharte otra vez para que quedes bien limpia. Puedes usar toalla. Si tardas más te castigaré zorra” -“Si amo” dijo ella. Metiéndose en el papel y corriendo al baño. Cuando se fue saqué de sus envolturas lo que había comprado y los lavé bien.

-“Has tardado dos minutos más zorra, te mereces un castigo”, le dije en cuánto llegó. -“Si amo”, respondió mirando al suelo. -“Ahora ponte en la cama a 4 patas zorra”.

Ana lo hizo y le metí el huevo vibrador en el coño. Ella respondió moviendo el culo hacia atrás. Me puse frente a ella y lo encendí lo más bajo posible. Ana comenzó a gritar de sorpresa. Cogí el plug y le dije que lo chupara. Obedeció al instante y cuando lo tuvo bien mojado se lo metí por el culo.

-“Muy bien zorrita, ahora ya estás lista para vestirte. Toma tu ropa” y le di el atuendo de mucama que había comprado. Lo miró con incredulidad pero se lo puso sin rechistar, con el vibrador encendido en lo más bajo y yo aproveché para aumentar nuestro álbum de fotos. Cuando quedó lista la verdad es que era espectacular, los tacones hacían sus piernas más largas y su culo se veía increíble. El tanga evitaba que se saliera el plug y el vibrador. Me acerqué a ella y le di un beso, después encendí el huevo vibrador un poco más fuerte.

-“Amo”, susurró, “¿puedo correrme por favor?”-“Muy pronto putita pero ahora no. Dentro de media hora van a llegar mis invitados, prepara la casa” Ana se quedó de piedra:- “¿Cómo?”-“He quedado a jugar póker y tú nos vas a atender así que prepara la mesa, bebidas, botanas, ya sabes. No dijiste que harías lo que fuese con tal de correrte?”-“Si, pero no quiero que me vean así otros hombres, suficiente he hecho ya hoy”, dijo Ana entre jadeos. Sus muslos comenzaban a estar mojados por la excitación que sentía.

-“Verás zorra, te va a gustar mucho. Déjate llevar y veras que te corres como nunca antes. Ahora date prisa y piensa que muy pronto vas a tener cuatro pollas para ti sola que te harán gozar…”, le dije y apagué el vibrador.

Ana comenzó a hacer lo que le decía, con dificultades pues no estaba acostumbrada a llevar tacones, y menos tan altos. Además, supongo que tener llenos el culo y el coño no le facilitaba los movimientos. Al poco tiempo sonó el timbre y Ana se paralizó. Encendí el huevo y le dije que viniera al salón.

-“Faltaba esto”, dije poniendo el collar en su cuello. Después caminé con ella hasta un espejo y la puse frente a el. Se quedó callada unos segundos, sorprendida.

-“¿Qué ves?” -“Una guarra”, me respondió. -“¿Y te gusta putita?” -“Si amo” -“Abre la puerta zorra”.

Continuará

Pueden revisar su página: La pelagra

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

lunes, 7 de diciembre de 2009

Sexo con mi perro, segunda parte

3 comentarios
Aquí va la segunda parte de la historia de mi amiga y su perro.


Luego de descubrir lo q se sentía con el sexo oral de perro a mujer, me volví adicta a eso, al punto humedecerme cada vez que ese pensamiento me venía a la mente y cada vez que entraba en mi cabeza no salía hasta que lo llevaba a cabo.
Muchas veces estando fuera de casa, sentía ganas de que mi perro me lamiera la vagina y el ano y me ponía ansiosa y no dejaba de pensar en aquello, así que aceleraba para llegar a casa.

Mi perro ya estaba, digamos, entrenado. Y yo, no tenía reparos en hacerlo en casa aun con gente: llevaba a mi perro a mi habitación en horas en que mis padres hacían la siesta o estaban viendo la tele.

No hacíamos ruido...

Él ya sabía qué era lo que yo quería y sin demoras me daba placer. Bastaba con que le muestre la vagina para que se deleite con ella y me haga disfrutar conteniendo gemidos y me haga llegar al orgasmo.

Recuerdo q una vez que, sola en casa, usé dulce de leche para que me lama las partes que yo deseaba, a él le encantaba el dulce de leche. Me lo puse en los pezones, en la vagina y en el culo, y me dejé hacer lo que él quiso, fue maravilloso sentir esos lengüetazos divinos.

Las lamidas fueron muchas por mucho tiempo. Sabía que los perros “cogían” a sus amas, sabía que eso existía y sabia que si quería llevar eso a cabo, y eso era algo que me tenia medio loca, solo debía decidirme.

Así que un día lo decidí, sentía que no había marcha atrás, que lo iba a hacer, y sólo era cuestión de esperar el día en que me quedara sola, y ese día llegó... ¡¡¡llegó!!!

Cerré todas las puertas y llevé a mi perro a mi habitación, él jadeaba, estaba jugando o excitado, no lo sé, me ladró como demostrándome quien era. Sentada yo en una silla, con la ropa puesta y un poco con indecisión de último minuto, sólo le acaricie el lomo y la panza con un poco de nervios.

Entonces hice algo, puse un pie debajo de él, en su panza, y toque su pene con mi pie. Él se frotó y quiso subirse a mi pierna. Estaba enloquecido, quería cogerme de una buena vez. Yo quería prolongar lo inevitable, pero me rendí, y me puse de pie para desnudarme.

Una vez desnuda me puse de rodillas y él se puso como loco. Empezó a olfatear mi vagina y entre mis nalgas, yo estaba re nerviosa, pero ansiosa, entonces ocurrió. Puse mis manos sobre la alfombra y cerré los ojos. Sentí que algo pesado se apoyaba sobre mí, era una piel caliente y peluda, como si fuera una pesada alfombra. Luego, segundos después sentí un fuerte dolor en el ano. Su pene intento entrar por allí y eso me causó un fuerte dolor, entonces me senté y no lo deje montarme, me puse a pensar en lo que estaba haciendo..

Pero era la oportunidad que venía buscando desde hace mucho tiempo así q lo intenté otra vez, y otra vez pero él no podía insertarlo. Yo lo sentía duro, él se bajaba y se lamia su pene y luego me lamia el ano.

Él vio en mi a una perra que estaba ansiosa por engancharse con él, así que le tuve paciencia hasta que logro metérmelo en la vagina, y luego de eso, empezó a moverse de una manera frenética, con locura, metiendo y sacando su pene de dentro de mí. Yo le sujetaba las patas delanteras para q no se baje de mí y él perro movía y movía su cuerpo encima de mí.

Pude sentir que una bola crecía rápidamente dentro de mí y que eyaculaba algo caliente, pero solo duro unos segundos antes de que la bola saliera de mí, yo lo quería mucho más tiempo dentro de mí, pero sólo duro un minuto o 2 como máximo.

Sentí que se corría dentro de mí, y yo me venía, estaba inmersa en un placer raro, un poco violento, un placer salvaje. Ese placer era el placer que sólo un perro puede entregar a una perra, en este caso a mí, a su ama.

El perro acabó y se quedo con su enorme pene rojo al aire, él se lo lamió y yo no hice otra cosa que encender la ducha.

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

sábado, 5 de diciembre de 2009

Sola y excitada

0 comentarios
Y ahí estaba yo, Anita había desaparecido y yo estaba terminando mi último trago de gaseosa. Tenía esa estúpida ansiedad que no podía controlar y sentía como mi vientre temblaba esperando la llegada de un pene que no iba a entrar si yo no me movía rápidamente. Vi a mi alrededor y me di con que uno de los chicos que trabajaban ahí me estaba mirando. Conocía esa cara, esa que sabes que te recorre el cuerpo completo. Lo bueno de estos sitios de comida rápida en Perú, es que escogen de empleados niños bien que quieren una propina en vez de gente pobre que necesita sobrevivir, así que el chico que me miraba pasaba por poco los 18 y no estaba nada mal físicamente, así que me dije, es ahora o nunca. Me acerqué de frente sin preámbulos y le dije “¿te gusto?” El pobre no supo que decir al principio, tembló, movió la boca y luego soltó un tímido “si” luego se llenó la boca de excusas, que no había querido ofenderme, que no pudo evitar mirarme, etc. Yo le cerré la boca y le dije “arriba, en el baño, en este instante” y subí las escaleras.

Me imaginé que iba a dudarlo, que tal vez ni siquiera subiera, pero dos segundos después de subir las escaleras me di cuenta de que él estaba detrás de mí. Entramos juntos al baño y volví a encerrarme en el mismo cubículo. Esta vez yo llevaba la batuta. Ni siquiera lo besé, no era lo que me interesaba, le desabotoné el pantalón, le bajé el cierre y le bajé la ropa de un golpe, el pobre la tenía tan parada que era obvio que todo el asunto lo excitaba bastante. Lo senté en el retrete y me acomodé sobre él. Yo todavía estaba mojada de la saliva de Anita, mezclándose con mis jugos y todavía estaba extremadamente excitada. Así que me acomodé su pene dentro de mí casi instantáneamente. Mientras me movía cerré los ojos y me imaginé a Anita, sentía que podía tocarla, pasar mi nariz por su cuello terso, mi lengua por su pecho, por su barriga, hundirme en su ombligo, perderme en su pubis. Solamente me imaginaba a Anita mientras la intensidad de mi encuentro sexual subía y subía, y mientras más subía lo que me pasaba más imágenes me venían del cuerpo que yo imaginaba de Anita. Sus piernas, su trasero suave, su cintura pegándose a la mía, casi podía sentir el olor de sus jugos, el sabor de su piel. Podía imaginarme metiendo mis dedos en su vagina, haciendo mía esa sensación acuosa y accidentada. El tipo que tenía frente a mí ya desvariaba, empezaba a bufar y yo me tragaba los gemidos mientras en mi cabeza Anita también estaba a punto de llegar al orgasmo.

Cuando todo terminó, me vestí y me dispuse a abrir la puerta. El muchacho me cogió de la muñeca y me detuvo “te puedo ver de nuevo”, yo simplemente respondí “perdón, yo a usted no lo conozco” y cerré la puerta. No sé que se habrá imaginado el muchacho, pero yo respiraba mejor y más tranquila. De la puerta del Bembos cogí un taxi y regresé a casa, cuando llegué, me tiré a mi cama y me quedé dormida hasta la noche.
Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)

viernes, 4 de diciembre de 2009

Un encuentro con ropa de gala

0 comentarios
Nuestro amigo nos cuenta lo que le pasó en una boda:

Hace ya mas de año y medio de esto, una boda sonaba a bombo y platillo en mi círculo de amistad, el primo de uno de nuestros amigos se casaba y, aquella boda iba a celebrarse por todo lo alto, pues eran dos familias de bien que iban a desposar a sus queridos hijos e iban a cuidar hasta el último detalle para que aquella boda quedara rubricada, casi en la inmortalidad.
Las chicas del grupo no hacían otra cosa que hablar de cómo iban a ir vestidas, que si habían visto unos zapatos en aquella tienda, que si un bolso a juego en aquella otra, que si unos pendientes, en fin, toda una trama que quedaba fuera del alcance de todos los chicos que componíamos el grupo, nosotros más bien pensábamos en otras cosas, en fin.
Llegó el día de esa boda, y todos fuimos a la iglesia donde se casaba aquella pareja, prometiéndose fidelidad por el resto de sus vidas y una serie de preámbulos matrimoniales más, hasta que la muerte los separe, yo observaba cada detalle de aquella iglesia, digamos que los ritos cristianos nunca han sido mi fuerte, y había que entretenerse en algo, hasta que el sacerdote dijera aquello de "marido y mujer", y pudiéramos ir a la celebración donde poder distendernos y charlar, reír y tener una velada agradable en compañía de todos.
Entre los detalles de la iglesia, cabía resaltar a una mujer, María. Éramos amigos, compartíamos amistad con el resto del grupo, y aquel día, no tuve ojos más que para ella, pues iba ataviada con un suntuoso traje de color turquesa ceñido, bien corto, unos zapatos de tacón plateados, que resaltaba la belleza de sus pies y estilizaba sus gemelos, un bolso de pedrería plateada también, a juego con unos pendientes, que se apagaban al mirarla a los ojos, María es de esas chicas que cuando se maquillan, en verdad camuflan su belleza, pues posee una hermosura innata, incompatible con cualquier cosa que pretenda realzarla, pero aquella noche, como si se tratase de una obra de orfebre experto, había dado con el punto exacto de maquillaje, digamos que solo acompañaba a su dulzura.
Pues bien, casados los contrayentes, nos subimos en mi coche algunos amigos, y nos dirigimos a donde iba a ser la celebración. Era en una casa antigua, en las afueras de la ciudad, los jardines nos abrían paso entre senderos que nos conducía adentro, un grupo de música tocaba suavemente en medio del patio principal, las carpas albergaban la zona de comistrajo, un lugar, reservado para los novios presidia lo que podría ser, la pista de baile y luego el interior de la casa, que aún escondía más sorpresas. Me sentía fascinado, todo apuntaba a que iba a ser una noche prometedora, pues me gustaba la magia de todos aquellos elementos, acompañados de una tenue luz, que no terminaba de romper la oscuridad de la noche.
Pues bien, todos estábamos sentados en círculo, allí charlábamos, reíamos de vez en cuando, comíamos algo, lo que los camareros nos iban ofreciendo a modo de canapé. Todo perfecto hasta el momento en que comencé a cuadrar todos los detalles de mi alrededor. En aquel círculo, donde todos nos sentabamos, tenía justo en frente a María, no tenía que hacer ningún esfuerzo para encontrarla pues la tenía bien cerca, y mis ojos se huían de todo cuanto intentaba prestar atención para, poco a poco, clavarse en ella. No podía evitar mirarla sin detenerme, pero cuando ella me miraba, apartaba los ojos, pues reconozco que me avergonzaba.
Sus ojos parecían más brillantes, más observadores, más comunicativos, guardaba algo dentro de sí que me intrigaba, y más ganas me daba de mirarla, por ver si podía desentrañar lo que guardaban sus ojos. Luego, la comunicación pasó a lo corporal, sus manos acariciaban sus muslos suavemente, de vez en cuando cambiaba la posición de sus piernas cruzadas, pero con una lentitud que me daba tiempo a grabar cada detalle de su lencería en mi mente, sus manos habían dejado de acariciar su pierna y ahora lo hacía, como accidentalmente en su pecho derecho, Diossssssssss, ya no cabía en aquella silla, el apetito se me fue por completo, al menos el de mi estómago, había aparecido otro apetito, el de mi bestia interna, que empezaba a rugir, aullar como lobo en noche de luna llena.
Llegó el momento tarta, y la decisión de la organización era pasar adentro de la casa para partirla y dar una sorpresa a los novios. Pues muy bien, yo no muy conforme con aquella estúpida decisión, pues me arrancaban de aquel teatro privado, a regañadientes ,entré junto con el resto de invitados.
Partieron la tarta, comieron, fotografiaron, y comenzó a sonar la música, todos bailaba, incluida María, yo no he sido nunca un buen bailarín, así que decidí quedarme al margen de aquella actividad, pero lo suficientemente cerca como para poder seguir viéndola, mirándola, devorándola con mis ojos, y digamos que ella tampoco se echó atrás, y al son de "Corazón Espinado", nos comimos mutuamente, ella, desde su pista de baile, y yo, desde el bastidor de aquella puerta.
Pasados unos diez minutos, ella se cansó de bailar y agarró su vaso, pero colocándose justo delante de mí, lo suficiente como para sentir su aroma, el olor que desprendía su cabello recogido, y también lo suficiente como para sentir el roce de sus nalgas cubiertas por la seda turquesa que las cubría, en mi miembro, fuego, esa fue mi visión desde donde yo estaba, fuego es lo que había ahí.
Ella seguía sin dejar de mover las caderas, medio volvió su cabeza para tomar un trago de su copa, arrastrando con su lengua los residuos de sus labios, mi miembro por aquel entonces, modificaba su posición a golpes de sangre, ya no sabía si esta subía hasta mi cabeza o bajaba de ella, solo sé que su ritmo se multiplicó por cien, y despegándome de ella, me volví y caminé hacia unas escaleras que bajaban a algún lado, descendí cinco peldaños, me viré, y allí seguía ella cada movimiento mío, con mi mirada lancé un mensaje, ella respondió con una cálida sonrisa, y terminé de bajar.
Estábamos en un sótano de paredes desnudas, de piedra, los únicos adornos de aquel sótano eran un viejo arcón y un cuadro. Me situé justo delante de él, sin llegar a saber siquiera que había dibujado en el, pues el ruido de unos tacones golpeando la madera de la escalera absorbían toda mi atención. Un chasquido de madera se oyó , me volví, y allí estaba ella, sentada en el arcón, me acerqué, y sin mediar palabra, ella colocó su mano tras mi nuca y me acercó hasta sus labios, mmmmmmm, que sabor tan agradable, que textura tan suave, que dulzura la de su saliba, mmmm, continuamos degustándonos hasta que todo tomó otro ritmo, los besos se habían convertido en bocados, sus manos se metían dentro de mi chaqueta, mi camisa, desabrochándose por si sola, mis manos se habían colocado justo en la base de sus senos, dibujando zigzags desde su parte más redondeada hasta llegar a la punta de sus pezones, grandes, duros, calientes... sus muslos se habían separado y sus manos ya no operaban en mi torso, ahora estaban justo en mi pantalón, que con cremallera abierta daban salida al toro de la noche, agarrándome por mi miembro, me acercó mucho más hacia ella, su mano izquierda ladeó el borde de su fina lencería y su mano derecha movía mi pene de arriba abajo, rozándolo con su clítoris, no pude resistir tanta emoción, así que me acerqué aun más, y poco a poco fui hundiendo mi glande en su interior.
Mi pelvis se mecía lentamente al principio, ella agarrando mis nalgas impuso el ritmo de la penetración, que iba tomando cada vez mas intensidad, mi pene erecto quería llegar mas lejos, así que la recosté, y agarré sus pies por los tacones, consiguiendo llegar más adentro, su respiración ahora parecía ahogada, mi pecho latía fuertemente, y mi miembro cada vez llegaba más profundamente.
Ella, como buena lider que era y es, detuvo la penetración pidiéndome que me sentara yo en el arcón, y así hice, ella se acomodó sobre de mi y magistralmente, sin utilizar sus manos logró acertar mi pene dentro de su vagina, comenzó así la mejor cabalgada que jamás me han hecho en esta vida, su cintura recorría mi zona púbica de atrás hacia adelante, mientras sus piernas elevaban su pelvis para luego bajarla y meter todo mi pene dentro de sí misma, era una amazona apostillada en su caballo, en plena caza de su presa, el calor de sus roces me estremecía una y otra vez, hasta sentir cómo su flujo inundaba todo mi vello púbico, el arcón rugía a punto de desclavarse en mil pedazos y ella se movía como una posesa, llegando al orgasmo que mantuvo al menos durante dos o tres minutos, y cuando ya estaba a punto yo de correrme como una bestia, se oyó a alguien muy cerca llamando a María, tan cerca que ella de un salto se incorporó asustada pidiéndome que reaccionara, que me vistiera rápido, pues alguien había comenzado a bajar la escalera, corrí hacia el cuadro del principio, y subiendome la cremallera de mi pantalón y entrecruzando las solapas de mi chaqueta logré arreglar el descontrol de mi ropa, pero nada pude hacer por detener aquella erección, así que María decidió rápido y subió las escaleras para evitar que quien quiera que fuese el usurpador bajase y nos encontrase allí, de aquella manera, y con aquel calentón, Y eso fue todo, el resto de la noche seguimos la fiesta, con los amigos, con el baile, con las copas, y con un dolor de testículos que jamás en la vida olvidaré...

Hola: si quieres compartir algo conmigo, fotos, dibujos, historias, etc, escríbeme a lulunaluna@gmail.com. También me dices si quieres que lo publique y bajo qué seudónimo (me reservo el derecho de edición)
planetaperu.pe estamos en
PlanetaPeru.pe