miércoles, 23 de diciembre de 2009

Sexo en la cocina

Desde el 2006 en que terminé la universidad nos reunimos cada año para tomarnos unos tragos, conversar, ver cuánto hemos cambiado y pasarla bien. Este año, como estoy viviendo sola, los invité a mi depa. Cada vez somos menos así que no iba a venir mucha gente, por lo que supuse que no importaba si invitaba a Anita y así lo hice.

Mis amigos llegaron temprano, porque la idea era comer algo para luego tener tiempo de emborracharnos hasta las últimas consecuencias. Invité a todos como a las ocho, pero como buenos peruanos empezaron a llegar a las nueve y media. A las once ya estábamos conversando, terminando la comida y empezando a tomar y pronto a bailar. De Anita, ni señales.

Martín, un viejo amigo y ex amante había venido con su novia, Tania una chica con la que alguna vez tuve una pequeña y muy memorable aventura también había venido con su novio. Andrés también. Empecé a ver a mis invitados y todos estaban emparejados, incluso los feos, los antipáticos, incluso aquellos que uno jamás habría imaginado, alguien les iba a dirigir la mirada, estaban ahí con una pareja, temporal o permanente. Yo, debía tener de la mano a Anita, pero Anita, que me había confirmado y hasta llamado para repreguntarme la hora no aparecía. Cerca de media noche llegó Percy.

Percy es alto, fuerte y guapo, sin rodeos ni tonterías, es guapo y punto, nadie lo puede negar. Es el mayor de nosotros así que cuando empezamos la universidad él ya estaba casado y aún ahora seguía casado, pero para disfrute de todas nunca intentó serle fiel a su mujer y jamás la llevaba a las fiestas. Esta noche no fue la excepción, llegó a media noche, lleno de trago y piqueos para invitar, justificando su tardanza con su gran generosidad. Todos lo recibimos con los brazos abiertos y yo, sentí que ya era demasiado tiempo que tenía la vista puesta encima de él sin haber intentado nada. Anita no llegaba y yo no iba a estar esperando toda la vida. Así que con una mezcla de rabia y deseo me acerqué a Percy y lo invité a bailar “no, no yo no sirvo para eso” yo no iba a recibir una negativa así que torneé los ojos y le dije “me vas a negar una tonta pieza de baile y me vas a hacer quedar en ridículo” con la carta de la caballerosidad un tipo como Percy siempre terminaría haciendo lo que debe. Y lo que debe es lo que una quiere.

Sentí el interés de Percy inmediatamente, me apretó contra él y me llevó toda la canción con la mano abierta y ligeramente debajo de la cintura, como quien no quiere llegar lejos aunque lo intente. Pude sentir sus piernas pegándose a las mías y finalmente, cuando la canción terminó bajó su mano y “sin darse cuenta” tocó mi trasero mientras se soltaba de mí. A mí eso me empezó a excitar y además me excitó saber que la presa ya estaba en la red.

Me mantuve cerca de él, pero tratando de no parecer pegajosa. La verdad no necesité mucho tiempo, si yo me alejaba, era él el que se acercaba con alguna excusa, así que en no menos de media hora, le dije que me acompañara a la cocina a traer hielo. No tenía ni dos pasos dentro de la cocina cuando sentí que Percy cerraba la puerta detrás de él y me cogía de la cintura: “Con esas piernas, no deberías usar faldas tan cortas” yo volteé y le puse las manos en el cuello “¿no te gustan mis piernas?”, y mientras me besaba el cuello “más que gustarme, me traen loco, debería ser ilegal mostrarlas así, mira que estoy tratando de ser fiel” yo me reí, me encogí de hombros y empecé a besarlo.

Si hay algo que me gusta de los hombres altos y fuertes como él es que primero empiezas poniéndote de puntitas para abrazarlos bien pero luego ellos te cargan y se encargan de hacerte sentir como una pluma en sus brazos. Eso hizo Percy, me cogió del trasero y me levantó haciéndome poner las piernas alrededor suyo, luego se dejó caer en una silla y me quitó el polo. Yo no estaba para cosas románticas, así que me quité el sostén y se lo puse de collar. Pude ver en sus ojos ese placer estúpido, mezclado con sorpresa que llevan los hombres en cuanto ven las tetas de una mujer. Puso sus dos manos sobre mis pechos y las sintió como si de medirlas se tratara, parece que quería sentir mis pezones con la palma de las manos, ahí donde es más sensible. Luego llevo la cara a ellos, pasó los labios por mis pezones como si de subrayar la textura se tratara, luego empezó a pasar sus labios suavemente por en medio de mis tetas y bajó lo que pudo en esa posición.

Luego, en dos segundos, me vi despojada de mi ropa interior, mientras él estaba vestido; yo, completamente desnuda. Me paró frente a él para observarme. Me miró de pies a cabeza. Revisó mis tetas duras, mis pezones rosados, mi cintura encogida por los ejercicios, mis caderas anchas, me dio la vuelta para ver mi trasero y luego me jaló hacia él. Cuando estaba cerca me di cuenta de que su pene ya estaba fuera y me lo había metido casi de sorpresa, yo no estaba preparada para recibirlo, pero la manera en la que llegó fue tan abrupta que me encantó. Casi me hace gritar, pero mi grito fue empañado por ese placer maravilloso de un pene que entra y sale y se mueve dentro de ti. Como estaba de espaldas a él, sus manos acariciaban mi vello púbico, mi clítoris, y agarraban mis muslos con fuerza y desesperación. Yo, medio agachada y con las piernas abiertas, en una posición que de estar con un hombre más pequeño habría sido incómoda, me las arreglaba para moverme y seguir su ritmo. Pronto terminé y me dije. Este tipo merece un poco de mi boca. Entonces me deshice de sus brazos y bajé mi boca hasta su pene. Mi olor estaba ya mezclado con el suyo, y esa es una de las cosas que más me excita en esta vida. Saqué la lengua y empecé a saborear esa mezcla de jugos, luego metí la punta en mis labios y empecé a meter y sacar el pene de mi boca despacio, cogí con mis manos sus testículos y los acaricié mientras saboreaba ese elixir.

Percy se dejó llevar por un rato, acariciándome la cabeza suavemente mientras yo se la mamaba, pero cuando la cosa se puso más fuerte y él estuvo a punto de darla, me detuvo y me dijo “yo quiero darla dentro tuyo” así que me jalo y me sentó en sus piernas, me la metió de un solo jalón y empezamos a movernos. Con ese movimiento y con todo lo que había pasado, más los tragos que llevábamos encima no pude evitar empezar a gemir y hasta a gritar un poco. Habré soltado unos cuantos gritos cuando él metió su boca en mi mano para que la mordiera sin gritar, justo cuando terminábamos juntos. Caí en su hombro con una sonrisa enorme en la cara.

Le di un beso en el cuello, y luego me paré y me empecé a vestir. Mientras se vestía Percy empezó a hablar “Oye Lucía, tú sabes que soy un hombre casado, ¿no? Yo no puedo estar pensando en nada aparte de lo que ha pasado esta noche, no me malinterpretes, ha sido maravillosos pero…” esta vez, yo le metí la mano a la boca y mientras aguantaba la carcajada le dije “déjate de tonterías, yo también tengo pareja” Incluso mientras lo decía no me lo creía, sólo había salido una vez con Anita y nada había pasado luego, ese día me había plantado y no sabía si pasaría algo más, pero algo en la conversación que habíamos tenido, me había hecho pensar que entre las dos había algo más. Abrí la puerta mientras Percy terminaba de acomodarse la camisa y lo que vi me dejó estúpida. Anita estaba parada frente a la puerta, con una rabia obviamente contenida y los ojos rojos de aguantarse el llanto. Supongo que no tengo que explicarles que corrí tras ella y traté de disculparme, pero ella en silencio seguía caminando, en cuanto pudo tomó un taxi y sin decirme una palabra se largó.

A veces me justifico pensando que en ningún momento hablamos de relación, pero supongo que igual me porté mal, ¿no? ¿Ustedes qué dicen?




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