sábado, 5 de diciembre de 2009

Sola y excitada

Y ahí estaba yo, Anita había desaparecido y yo estaba terminando mi último trago de gaseosa. Tenía esa estúpida ansiedad que no podía controlar y sentía como mi vientre temblaba esperando la llegada de un pene que no iba a entrar si yo no me movía rápidamente. Vi a mi alrededor y me di con que uno de los chicos que trabajaban ahí me estaba mirando. Conocía esa cara, esa que sabes que te recorre el cuerpo completo. Lo bueno de estos sitios de comida rápida en Perú, es que escogen de empleados niños bien que quieren una propina en vez de gente pobre que necesita sobrevivir, así que el chico que me miraba pasaba por poco los 18 y no estaba nada mal físicamente, así que me dije, es ahora o nunca. Me acerqué de frente sin preámbulos y le dije “¿te gusto?” El pobre no supo que decir al principio, tembló, movió la boca y luego soltó un tímido “si” luego se llenó la boca de excusas, que no había querido ofenderme, que no pudo evitar mirarme, etc. Yo le cerré la boca y le dije “arriba, en el baño, en este instante” y subí las escaleras.

Me imaginé que iba a dudarlo, que tal vez ni siquiera subiera, pero dos segundos después de subir las escaleras me di cuenta de que él estaba detrás de mí. Entramos juntos al baño y volví a encerrarme en el mismo cubículo. Esta vez yo llevaba la batuta. Ni siquiera lo besé, no era lo que me interesaba, le desabotoné el pantalón, le bajé el cierre y le bajé la ropa de un golpe, el pobre la tenía tan parada que era obvio que todo el asunto lo excitaba bastante. Lo senté en el retrete y me acomodé sobre él. Yo todavía estaba mojada de la saliva de Anita, mezclándose con mis jugos y todavía estaba extremadamente excitada. Así que me acomodé su pene dentro de mí casi instantáneamente. Mientras me movía cerré los ojos y me imaginé a Anita, sentía que podía tocarla, pasar mi nariz por su cuello terso, mi lengua por su pecho, por su barriga, hundirme en su ombligo, perderme en su pubis. Solamente me imaginaba a Anita mientras la intensidad de mi encuentro sexual subía y subía, y mientras más subía lo que me pasaba más imágenes me venían del cuerpo que yo imaginaba de Anita. Sus piernas, su trasero suave, su cintura pegándose a la mía, casi podía sentir el olor de sus jugos, el sabor de su piel. Podía imaginarme metiendo mis dedos en su vagina, haciendo mía esa sensación acuosa y accidentada. El tipo que tenía frente a mí ya desvariaba, empezaba a bufar y yo me tragaba los gemidos mientras en mi cabeza Anita también estaba a punto de llegar al orgasmo.

Cuando todo terminó, me vestí y me dispuse a abrir la puerta. El muchacho me cogió de la muñeca y me detuvo “te puedo ver de nuevo”, yo simplemente respondí “perdón, yo a usted no lo conozco” y cerré la puerta. No sé que se habrá imaginado el muchacho, pero yo respiraba mejor y más tranquila. De la puerta del Bembos cogí un taxi y regresé a casa, cuando llegué, me tiré a mi cama y me quedé dormida hasta la noche.
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