“Veo que estás deprimida, nada mejor que una buena conversación para subir el ánimo”, honestamente la frase me sorprendió. He escuchado buenas frases de entrada pero esta me venía a pelo. Así que, como si de un deber escolar se tratase, me quité de nuevo la casaca y empecé a hablar. No tenía la menor intención de ir a la cama con él, así que tampoco me importaba que me viera atractiva. Le solté toda mi historia con Anita, mi rollo romántico sin escenas sexuales ni nada interesante, mi frustración al estar tan lejos de ella y tan estúpidamente enganchada y mi rabia al no poder sentirme libre a pesar de su carta blanca obligatoria. Lo divertido del asunto, es que, aunque tal vez por llevarme a la cama, el tipo parecía interesado en el asunto. No volteó los ojos cuando empecé a hablar de una mujer, no me preguntó si también me interesaban los hombres, no dijo una palabra sobre él, y repreguntaba todo el tiempo para pedirme aclaraciones sobre la telenovela que le estaba contando.

De repente fui viéndolo más atractivo, más interesante y fui teniendo más ganas de meterlo entre mis piernas. No eran, sin embargo, esas ganas que me vienen del vientre, esas locas ganas de meterme una pinga en la chucha (coño, vagina, como quieran llamarle), era más bien esa otra necesidad romántica, quería calentarme con él, sentir su aliento en mi cuello y eso. Sin darme cuenta había empezado a hacerle preguntas, a sonreír coquetamente, a tocarle las piernas “de casualidad”. Así que hice lo que siempre hago en situaciones como esas, me paré y quedé a su altura (eran los asientos altos de la barra) y le planté un beso enorme mientras apoyaba mis manos en sus piernas. Cuando terminé de besarlo me dijo con una sonrisa “de verdad me gusta conversar contigo” yo sólo respondí “si te gusta conversar, piensa cuánto te gustará pasar más rato conmigo”.
Nos abrigamos y salimos juntos, me llevó a su auto y en cuanto subí al carro me di cuenta de que aquí en Austria no vivía sola, no podía simplemente pasar la noche en otro lado, así que en vez de ir a la puerta delantera, me acerqué a la de atrás. “estoy en un hotel” me dijo, como tratando de explicarse. “¿No quieres hacer una fantasía mía realidad?” Entonces todo un caballero, abrió el asiento de atrás y me dejó pasar, prendió el carro para que empezara a funcionar la calefacción y luego se pasó atrás para sentarse a mi lado. Dentro del auto se sentó y me miró volteando la cara, como preguntándome ¿y ahora qué? Me di cuenta de que iba a tener que seguir llevando la batuta. Empecé a besarle el cuello y desabotonarle la camisa (sin quitarle la casaca porque estaba un poco frío dentro del carro), bajé a su cintura con mi boca y me fui acercando tranquilamente al cierre de su pantalón, empecé a bajarlo y sentí el olor a semen que ya afloraba, su pene estaba completamente erecto, volteé durante un segundo y vi que tenía la cabeza para atrás y la respiración mucho más rápida. Su pene duro, circuncidado, estaba parado y ya empezando a gotear. Pasé la lengua una vez y sentí un sabor dulzón que a veces encuentro en los penes y que tanto me gusta. Pasé mi boca por sus testículos y luego metí su pene completo en mi boca. Cuando hice eso, sentí como se retorcía y su mano fue a mi cabeza. Empecé que subir y bajar mientras mis manos acariciaban sus testículos humedecidos por mi saliva. Él había empezado a gemir suavemente y se movía de atrás a adelante como si me la estuviera clavando. Yo de vez en cuando lo sacaba de mi boca para pasar mi lengua por el largo del pene, moviéndola como si de una serpiente se tratase. Luego volvía a meterla, así podía prolongar ese placer que estábamos viviendo. Más tarde me di cuenta de que sacar mi boca era ya estúpido, él se contorsionaba más rápidamente y empezaba a perder el control de sus movimientos. Sentía su pene bastante adentro en mi garganta cada vez que entraba y sabía que pronto llegaría, entraba y salía entraba y salía hasta que explotó, sentí todo ese líquido viscoso y delicioso en mi boca. De un bocado me lo tragué y le sonreí.
Cuando se recuperó me dijo “juro que yo no esperaba esto” yo sólo le dije “juró que yo tampoco esperaba encontrar alguien que me escuchara hoy” Cuando regresé a casa mi padre estaba dormido, así que no hubo problemas con él. Menos mal, Me pregunto, ¿lo volveré a ver? Sólo ahora me doy cuenta de que ni siquiera le pregunté su nombre.
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